miércoles, 7 de septiembre de 2011

Humanización y Educación Sexual

Sobre la Llamada
Educación Sexual
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Controvertido es un buen adjetivo para cada ocasión que ante la palestra pública se presenta un proyecto de ley sobre “educación sexual y reproductiva”, o cualquier otro sobre la llamada “perspectiva o paridad de género”. Pareciera tratarse de una pequeñez sin importancia; sin embargo, la situación requiere de una acentuada atención de nuestra parte, ya que se trata de la educación de nuestros hijos y nietos, e incluso de la integralidad del desarrollo humano.
Tal como se han planteado a la fecha, estos documentos no sólo son controversiales, sino que revelan en adición algunos supuestos extremadamente preocupantes. Tanto los proyectos de ley como la llamada “guía”, tienen un trasfondo antropológico, pero este trasfondo antropológico presenta una visión reducida del ser humano. En el fondo es un reduccionismo peligroso que transmite una visión virtualmente deshumanizante de la sexualidad humana.
Tres niveles o dimensiones determinan el desarrollo de la existencia humana: el nivel biológico, el nivel psico-social, y el nivel espiritual. La dimensión biológica la tenemos en común con todos los seres que existen, la psico-social la tenemos en común con los animales. Es en la dimensión espiritual donde verdaderamente reside lo que es humano.
Al referirnos a lo espiritual no hacemos teleológicamente referencia a la religión. La religiosidad tiene sus fundamentos en la dimensión espiritual y no al revés. Entre los pseudos-científicos existe cierta corriente bastante común de reducir al ser humano a sus dimensiones bio-psico-sociales. Tanto el biologismo como el psicologismo y el sociologismo, trabajan con una antropología reduccionista donde no hay cabida para realidades y valores que no son verificables con los instrumentos "científicos" propios de su ciencia. Valores como responsabilidad, libertad, solidaridad, lealtad, amor, entre otros; no son verificables, ni por la biología, ni por la psicología, ni por la sociología. En adición, estas ciencias explican todo a base de condicionamientos ya sean de tipo biológico, psicológico o sociológico.
No queriendo desatender el impacto que pueden tener estos condicionamientos, la verdadera ciencia, sin embargo, no pone límites al conocimiento, ni a las posibilidades del ser humano. La verdadera ciencia no excluye a priori, el impacto que puede tener la dimensión espiritual en la conducta humana. Es realmente en esta dimensión espiritual donde se ubican los recursos que hacen al ser humano, ser realmente "humano".
No es que la dimensión espiritual elimina o reprime la dimensión biológica, psicológica y sociológica, sino que las humaniza y les da su verdadero sentido humano. Lo verdaderamente "Humano" trasciende infinitamente al ser humano.
Las políticas propuestas tanto en el proyecto de ley como en la llamada “guía”, hacen mucho énfasis en los "derechos" de todas las personas sin ninguna exclusión, sobre todo de los menores. No obstante, en ninguno de estos documentos se detalla o habla a cerca de los deberes. Es conditio sine qua non que no pueden haber derechos sin deberes, como que no pueden haber libertades sin responsabilidades.
Todos tenemos el “Derecho” a la salud y la educación, como derechos fundamentales, pero todos tenemos también el "Deber" de cuidar la salud y la educación. Cuando se trata de menores de edad, el asumir responsabilidades y cumplir con los deberes compete ante todo a los padres de familia. Es lo que conocemos por "Patria Potestad". Desde este punto de vista, se debe recalcar no solo el derecho, sino también el deber de los padres de familia de asumir su responsabilidad de ser los primeros educadores de sus hijos. Lo anterior sí forma parte del concepto de "Paternidad Responsable". Es una responsabilidad intransferible; a menos que los padres de familia no se encuentren en condiciones de ejercer sus derechos y deberes.
En lugar de de apoyar y ayudar a los padres de familia en su tarea de responsabilidad, pareciera que las autoridades gubernamentales quisieran sustituirlos.
Indiscutiblemente los programas educativos no sólo deben promover los derechos y las libertades, sino también los deberes y las responsabilidades. Ambos documentos promueven sin ninguna duda la creación de derechos y libertades de los menores de experimentar y de vivir su sexualidad, prácticamente sin ninguna cortapisa. Sin embargo, no promueven con el mismo interés, los deberes ni la responsabilidad en cuanto a la vivencia de la sexualidad.
Tal pareciera que la única responsabilidad que se promueve es el uso del preservativo. De acuerdo a esta premisa, la promiscuidad está permitida siempre y cuando sea utilizado un preservativo. Eso es lo que llaman "sexo sano y seguro".
Fuera de pasar silenciosa y veladamente por encima de los deberes y las responsabilidades, todo parece indicar que lo mismo sucede con la vertiente "formativa", de la educación. Esta vertiente queda prácticamente reducida a la "información": "Es deber del Estado promover la orientación e información científica sobre la sexualidad y la reproducción, de manera sencilla, precisa y veraz, en todas las etapas del ciclo vital humano". Clara y diáfanamente nos encontramos ante un reduccionismo humano vertiginosamente peligroso. Limitar la educación a una simple y mera información, fácilmente la encamina hacia la imposición de un único punto de vista (el del programa o del educador), o a una "permisividad acrítica": "Todo es bueno y todo está permitido... pero utilizando un preservativo".
Se intente justificar la "educación sexual y reproductiva" desde la negatividad, para hacer frente a las infecciones de transmisión sexual, el VIH/SIDA y el embarazo precoz. Como que las autoridades gubernamentales quisieran convertirse en un cuerpo de bomberos a fin de apagar el fuego. La sexualidad no es algo “negativo”, y no es un "problema". Nosotros, los mismos seres humanos y sobre más que todo los adultos, la hemos convertido en un problema; las políticas propuestas por el proyecto de ley y la llamada “guía” tienden a profundizarlo más el denominado problema.
La educación es principalmente y ante todo: "humanización"; es el fortalecimiento y la integración de cuerpo, mente y espíritu, con sentido de libertad y responsabilidad. Es solamente dentro de esta contextualización que se debe considerar la sexualidad humana, no como algo negativo sino como un valor positivo y una potencialidad valiosísima, pero que requiere primeramente ser humanizada. Dentro del proceso del "Desarrollo Humano Integral", la humanización de la sexualidad debe ocupar espacio primordial.
Evidentemente no podemos, ni debemos ignorar las realidades e, incluso, los peligros de “conductas sexuales desordenadas” (y ante este concepto se pueden realizar extensos ensayos). Es también evidente que frente a estas y otras realidades se deben tomar las medidas pertinentes, principalmente en el campo de la educación y la salud. Pero, las medidas a tomar deben promover el verdadero "Desarrollo Humano Integral", tanto de las personas como de la sociedad. En este sentido, tanto los proyectos de ley como la llamadas guía sexuales educativas quedan sumamente cortos, por no decir nulos. Estos documentos están inspirados en una antropología reduccionista y demuestra un desconocimiento total del verdadero "Desarrollo Humano", y del proceso de "Humanización".

Estos continuos intentos de creación de normativas legales antropológicamente sin sentido, y con más que cuestionables faltas de valores, no son más que signos de una degeneración social crecientes a nivel mundial; manifestados sobre todo en comportamientos desviados (la droga, la criminalidad, la violencia en las relaciones interpersonales, la falsa permisividad sexual...) con variados y agresivos intentos, más o menos programados, de legitimidad de "desviaciones" en términos sub-culturales.

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