sábado, 10 de marzo de 2012

HOLODOMOR


HOLODOMOR

Catástrofe mundial del Siglo XX
Genocidio Ucraniano

Hablando de la Ucrania de hoy, se suele mencionar su excepcional potencial agropecuario, debido a las grandes reservas de sus fertilísimas "tierras negras", muy importantes a escala europea y también planetaria. No en vano se la llamaba "el granero de Europa" siendo, a comienzos del siglo pasado, uno de los mayores productores de trigo en el mundo.
Por eso es difícil concebir que este país y su pueblo, quedaron en el "ojo de tormenta" de una de las mayores catástrofes mundiales del siglo XX, maquinada como genocidio por hambre. Durante los años 1932 a 1933 murieron, por esta causa, de 7 a 10 millones de personas. Sin embargo el número exacto de víctimas aún no ha podido ser determinado por los historiadores y demógrafos, ni tampoco sus tremendas consecuencias sobre las posteriores generaciones.
¿Cómo pudo ocurrir tal horrible crimen sin que haya habido resistencia armada del pueblo afectado y sin que la opinión pública internacional tome cartas en el asunto?

Antecedentes
Con la caída del Imperio Zarista en el 1917 Ucrania, después de sucesivos y correlativos pasos políticos, proclama su total independencia el 22 de enero del año 1918. Es reconocida por muchas naciones del mundo, incluyendo el gobierno bolchevique de Lenin.
Después de una corta pero cruenta lucha libertadora en el “cuadrángulo de la muerte”(1), la mayor parte del país quedó incorporado en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) mientras sus territorios occidentales eran repartidos entre Polonia, Checoslovaquia y Rumania.
La primera hambruna en Ucrania comenzó poco tiempo después de la terminación de la guerra y de las represiones de los focos independentistas por el victorioso régimen bolchevique, abarcando una gran parte de su territorio. Sus causas, climáticas parcialmente, se debieron a la sequía del año 1921 y a las consecuencias económicas de la prolongada guerra. Pero el factor primordial fue la desastrosa práctica agropecuaria introducida por el régimen existente - la reducción de los campos de siembra en las regiones agrícolas debido a la aplicación de la política del “comunismo de guerra”(2) y de los métodos directivos de la conducción partidaria comunista que distribuía los recursos de producción existentes favoreciendo, en especial, a centros industriales que se encontraban fuera de las fronteras de Ucrania. A raíz de resistencias y sublevaciones entre el campesinado, Lenin reconoce el fracaso de la colectivización acelerada e introduce la Nueva Política Económica (NEP). Se suspenden las confiscaciones de granos, se permite a los campesinos su comercialización y se recomienda que la colectivización de tierras sea gradual. Este experimento terminó con la muerte de 1,5 a 2 millones sólo de campesinos ucranianos.
Ya dueño absoluto del poder en la URSS, en 1928, Stalin aplica su plan quinquenal destinado a convertir el país en un “paraíso terrenal”. Todo impedimento para su realización deberá ser eliminado. El individualismo ucraniano es un obstáculo. Así comienza la era del terror contra la Iglesia Católica y la dirigencia nacional ucraniana. Se arresta, fusila o deporta a Siberia millares de líderes religiosos e intelectuales, científicos, estudiosos, artistas y poetas.
En 1930, se ordena que la colectivización de la tierra deba ser completada, a más tardar, en dos años. Las tierras de los “kulak”(3) y todas sus pertenencias son confiscadas por el estado. Miembros de choque del partido comunista son traídos de las ciudades para “ayudar” en la colectivización. El que se opone es denunciado y deportado. Los impuestos, pagaderos en granos, se aumentan exageradamente obligando así, a los campesinos, incorporarse a las granjas colectivas donde estos impuestos son tres veces menores.
En 1932, se culpa a los campesinos por la falta de pan y el estricto racionamiento de alimentos en los centros urbanos. Sin embargo los mercados occidentales estaban abarrotados de trigo ucraniano confiscado a sus productores.

La hambruna – “Holodomor
La hambruna de los años 1932/33 ocurrió en las mismas regiones de Ucrania que en las del año 1921, con la diferencia que esta vez las causas fueron factores prominentemente políticos. La Hambruna de los años 1932/33 (HOLODOMOR en ucraniano) no fue un fenómeno casual de origen natural o social. Fue una consecuencia del terror por hambre, aplicado por un estado totalitario con un fin determinado, o sea genocidio.
El aniquilamiento físico masivo de los agricultores ucranianos, por medio del hambre artificial, fue un consciente acto terrorista de un sistema político contra gente pacífica, a cuya consecuencia desapareció no solo una numerosa capa de prósperos y libres campesinos–empresarios, sino también varias generaciones de la población rural. Fueron socavadas las bases sociales de la nación, sus tradiciones, su cultura espiritual y autóctona.
Según el conocido científico estadounidense James Mace: “La colectivización forzada fue una tragedia para todo el campesinado soviético, pero para los ucranios fue una tragedia en particular. Tomando en cuenta la casi total destrucción de las elites urbanas, la colectivización representaba su aniquilamiento como organismo social y factor político, quedando relegados a una situación que los alemanes denominan naturfolk (“pueblo primitivo”).
Un análisis de aproximadamente 30 Resoluciones del Comité Central Ejecutivo del PC bolchevique, del Comité del Consejo Soviético de la RSSU y de la URSS, publicadas entre los años 1929 y 1933, prueba una premeditada creación de condiciones de vida para la población rural tal, que la condujeron a un total aniquilamiento físico. Dos terceras partes de esta población fueron ucranios étnicos. El HOLODOMOR de los años 1932/33 – fue una acción consciente. Según lo prueban fuentes documentadas, había pan en Ucrania pero este pan fue quitado.
Entre los documentos del Politburó del Comité Central del PC bolchevique de Ucrania, se conservan pruebas sobre la organización de los así denominados “trenes verdes” que transportaban productos alimenticios de Ucrania a Centros Industriales de Rusia, para los Festejos de Octubre. Transportaban desde granos para semilla hasta pepinos salados, chucrut y tomates dejando a las personas condenadas a una muerte segura, por hambre.
Por orden de Gobierno se prohibía todo tipo de comercio en las aldeas, se impedía el abastecimiento de productos alimenticios, se perseguía y se condenaba a 10 años de prisión y fusilamiento cualquier forma de utilización de pan, para pagar por el trabajo, en las regiones que no hayan cumplido con las cuotas establecidas de entrega de granos. Se introducía un sistema de multas con productos naturales y represalias con mercadería. La cantidad relativa de grano ucraniano en el total de la producción de pan de la URSS representaba más de un tercio. Separada la misma por regiones, las cuotas establecidas de entrega de grano, superaban las de Norte del Caucaso, de la región Central de Chornozem, de Kazajstán y de la provincia de Moscú, tomadas en su conjunto.
En la primavera del 1933 el HOLODOMOR llega a su punto culminante. Mueren 25.000 personas por día, 17 seres humanos por minuto.

Las consecuencias
Como ya lo había señalado anteriormente, aún se desconocen las verdaderas consecuencias del HOLODOMOR.
Probablemente, tomando en cuenta los resultados del censo poblacional del año 1937, la pérdida de vidas a consecuencias del agotamiento físico total, del tifus, de envenenamientos gastrointestinales, canibalismo, represiones, suicidios debido al desorden psíquico y colapso social representaba, en el territorio de Ucrania, a 8 millones de personas, aproximadamente.
Evidentemente, el criterio de apreciación de la magnitud de la tragedia no está sólo en la cantidad, sino en la capacidad de cada persona de tomar el dolor ajeno como suyo propio. Al respecto, la conocida poetisa ucraniana Lina Kostenko, decía que “el Holodomor se encuentra más allá de las fronteras del dolor”. La universalidad de esta catástrofe en Ucrania sólo puede ser entendida con la profundidad de la conmoción interna de todo aquel que se considere una persona civilizada.
Las estadísticas más exactas no están en condiciones de transmitir la hondura y el alcance de las consecuencias económico-sociales, políticas y psíquico-morales del HOLODOMOR, la horrorosa arbitrariedad de las estructuras de poder y los frecuentes casos de un fenómeno vergonzante para el género humano – el canibalismo.
Una profunda huella ha dejado el HOOLODOMOR de los años 1932 -1933 en la historia de Ucrania, que se superpone con huellas de otras tragedias que le tocaron en suerte, a su pueblo, durante en el siglo XX. La Guerra Libertadora y el hambre de los años 1921/23, las represiones de los años 1937 -1938, la Segunda Guerra Mundial de los años 1941/45, la ocupación alemana y la represión a los judíos, el hambre de los años 1946 -1947….Sin embargo, si fuese necesario y posible ponderar las secuelas de estas múltiples conmociones, las consecuencias humanitarias del HOLODOMOR no son comparables con alguna de ellas.
Por su direccionamiento anti-ucraniano y por la magnitud en su aplicación, el HOLODOMOR de los años 1932/33 se reveló el arma más terrible de destrucción masiva y de esclavización social de los campesinos, utilizada por el régimen totalitario en Ucrania.
Sin un adecuado análisis de esta más cínica forma de terror político, en sus aspectos históricos, sociológicos, legales y políticos es imposible, hoy día, imaginar la historia de la Europa del siglo XX y comprender la esencia misma del totalitarismo. Con todo fundamento se puede hablar de una Catástrofe social-humanitaria global en la historia de la humanidad y no sólo en la de Ucrania.

La reacción de la comunidad internacional
A juzgar por los informes enviados, a sus respectivos países, de los Cónsules extranjeros radicados en las ciudades de Kyiv, Odesa y Kharkiv, los Jefes de Estado conocían las condiciones y el alcance del hambre en Ucrania. El Prof. O.Shulhin, Jefe de Gobierno de la República Democrática Ucrania (UNR), exiliado en Paris, dirigió una nota a la Liga de las Naciones y a la Cruz Roja Internacional sobre las horrendas consecuencias del hambre, producido artificialmente, en Ucrania. Sin embargo, los círculos políticos y empresariales de los países extranjeros observaban en silencio el desarrollo de la tragedia o simplemente no la querían ver, engañados por la efectiva propagando del régimen estalinista. Sólo para ejemplo cito al ex -Primer Ministro de Francia Edouard Herriot o al escritor inglés George Bernard Shaw. Más aún, el muy conocido columnista del “New York Times” Walter Durante, radicado en Moscú, ganador del Premio Pulitzer, negaba totalmente la existencia del hambre en Ucrania.
Es importante destacar que el concepto de “genocidio” fue introducido en el campo internacional por una Resolución de la ONU del día 11 de diciembre de 1946, que rezaba: “De acuerdo a las normas del derecho internacional, el genocidio es un crimen, que es condenado por el mundo civilizado y por su realización los principales culpables deben estar sujetos a castigo”.
El 9 de diciembre de 1948, la Asamblea General de la ONU aprobó por unanimidad “La Convención sobre la Advertencia del Crimen de Genocidio y el castigo por el mismo”, que entró en vigor el 12 de enero de 1951. El artículo II de esta Convención define el genocidio como: “Acciones realizadas con el objeto de destruir, total o parcialmente, cualquier grupo nacional, racial o religioso, como tal”. Desde entonces esta Convención es un instrumento de advertencia para el genocidio cuyo accionar se incrementó después de la terminación de la “guerra fría”. Sin embargo, las normas jurídicas formuladas en este documento se utilizan, como regla, sólo en relación al llamado “Holocausto” de la Segunda Guerra Mundial.
Gracias a la Comisión del Congreso de los EE.UU. de Norteamérica, formada a instancias y esfuerzos de la emigración ucraniana en este país y encabezada por el científico James Mace, el HOLODOMOR de 1932-33 en Ucrania fue denominado genocidio.
Sin embargo, aunque esta calificación también se basaba en la escasa documentación que disponían, fundamentalmente se apoyaba en los testimonios de los sobrevivientes del Holodomor. Por ello, después de la culminación de sus tareas y de la publicación de las conclusiones, por iniciativa del Congreso Mundial de los Ucranios Libres (SKWU), fue convocada una Comisión de eminentes juristas, bajo la coordinación del Dr. Jacob Sandberg, profesor del Instituto Sueco de Derecho Público e Internacional, para investigar el hambre de los años 1932-33 en Ucrania. Integraba también, la misma, el ex Ministro de la Corte Suprema de Justicia de la República Argentina, Dr. Ricardo Levene.
En noviembre del año 1989 la Comisión J. Sandberg publicó su veredicto. Las causas primordiales del hambre en Ucrania fueron la excesiva recolección de granos, precedida por colectivización forzada y el deseo del Gobierno Central de combatir el “tradicional nacionalismo ucraniano”. Es decir que los juristas, han podido entrever en el HOLODOMOR no sólo el anhelo del Kremlin a forzar los campesinos, mediante el terror por hambre, a una forma impropia a su manera de vivir, sino que también encontraron en este terror una componente nacional. Por lo tanto el HOLODOMOR en Ucrania fue declarado genocidio.
En el año 2003 se conmemoraba el 70 Aniversario del HOLODOMOR. Con este motivo fue convocada una Sesión especial de la Verjovna Rada (Parlamento) de Ucrania para el día 14 de mayo del mismo año. Los integrantes de esta Sesión aprobaron una declaración al pueblo ucraniano, en la cual reconocieron que “…El Holodomor fue organizado conscientemente por el régimen estalinista y debe ser públicamente condenado por la sociedad ucraniana y la comunidad internacional, debido a la cantidad de víctimas, como uno de los más grandes genocidios de la historia mundial”.
En septiembre del 2003 el Presidente de Ucrania apelaba a los participantes de la 58ª Sesión de la Asamblea General de la ONU, a fin de apoyar la iniciativa ucraniana para condenar el Holodomor de los años 1932-33 como acto genocida. Una declaración conjunta de las delegaciones de los estados miembros de la ONU designaba, por primera vez en la historia de esta alta Organización Internacional, al Holodomor de los años 1932-33 (en su 70 Aniversario) como una tragedia nacional del pueblo ucraniano, con sus penosas derivaciones para naciones colindantes, expresaba los pésames a sus víctimas y apelaba a todos los estados-miembros de la Organización, a sus entidades especializadas, a las organizaciones regionales e internacionales, a los fondos y asociaciones, presentar tributo a la memoria de todos aquellos que fallecieron en este trágico período de historia.
Junto con ello, el reconocimiento del HOLODOMOR como genocidio contra el pueblo ucraniano, se encuentra en muchos otros documentos oficiales. Sólo mencionaré aquí la declaración de homenaje a las víctimas del Holodomor en Ucrania de los años 1932-33, aprobado por el Senado de la República Argentina el 23 de setiembre del 2003; la Resolución del Senado Canadiense, del 19 de junio del 2003, apelando a su Gobierno reconocer el Holodomor en Ucrania de los años 1932-33 y condenar cualquier tipo de intento de ocultar la verdad histórica sobre el hecho que esta tragedia no fue otra cosa que un genocidio; la Resolución de la Cámara de los Representantes del Congreso de los EE.UU. de Norteamérica Nº.356 del 20 de octubre del año 2003, y también la reciente aprobación de la Resolución de permitir la construcción, en un predio de la ciudad de Washington, de un monumento a las víctimas del Holodomor-genocidio.
Finalmente, en la reunión plenaria de alto nivel de la Asamblea General de la ONU del 15 de setiembre del 2005, el Presidente de Ucrania Victor Yushchenko, en su alocución a los Jefes de Estado presentes, declaró: “Estimados líderes del mundo actual, tenemos suficiente fuerzas para evitar los crímenes contra los hombres y la humanidad. Yo me dirijo a ustedes en nombre de una nación que ha perdido 10 millones de personas por el Holodomor – genocidio, organizado contra nuestro pueblo. En aquella oportunidad los gobiernos de muchos países no quisieron ver nuestra desgracia. Insistimos: el mundo debe conocer toda la verdad sobre los crímenes contra la humanidad. Solo así podremos estar todos seguros que la indiferencia nunca más estimulará a los criminales”.

NOTAS
1 Así se denominaba el frente de Ucrania rodeada por los ejércitos rusos (rojo de Trotzky y blanco de Denikin), el polaco y el rumano;
2 nombre impuesto por Lenin al período inicial de la colectivización acelerada.
3 “kulak” se denominaba al campesino independiente que tuviera 10 Ha de tierra o empleara trabajadores.

jueves, 8 de marzo de 2012

¿La hiperinflación de Weimar? ¿Podría volver a ocurrir?


¿La hiperinflación de Weimar? ¿Podría volver a ocurrir?

Global Research/ webofdebt.com


Traducido del inglés por Germán Leyens



“Fue horrible. ¡Horrible! Como si hubiera caído un relámpago. Nadie estaba preparado. Las estanterías de los negocios vacías. No se podía comprar nada con el papel moneda.” – Profesor de derecho de la Universidad Harvard, Friedrich Kessler, sobre la hiperinflación de Weimar (entrevista en 1993).
Algunos comentaristas preocupados predicen una masiva hiperinflación como la sufrida por la Alemania de Weimar en 1923, cuando una carretilla llena de papel moneda apenas alcanzaba para comprar un pedazo de pan. En un editorial del 29 de abril del San Francisco Examiner advirtió:
“Con un déficit sin precedente que se acerca a 2 billones de dólares, el presupuesto [del presidente para 2010] es una receta infalible para la hiperinflación. De modo que cada senador y representante que vote por ese monstruoso presupuesto de 3,6 billones de dólares estará aprobando un derroche de dinero que podría convertir a EE.UU. en la próxima República de Weimar.” [1]
En un boletín para inversionistas llamado Money Morning del 9 de abril, Martin Hutchinson, señaló inquietantes paralelos entre la actual política monetaria del gobierno y la de Alemania durante Weimar, cuando un 50% de los gastos del gobierno era financiado mediante señoreaje – simplemente imprimiendo dinero. [2] Sin embargo, hay algo críptico en sus datos. Indica que el gobierno británico ya financia una mayor parte de su presupuesto mediante señoreaje que la que la Alemania de Weimar financió en el clímax de su masiva hiperinflación; sin embargo la libra sigue sustentándose por sus propios medios, bajo circunstancias de las que se dice que causaron la destrucción total del marco alemán. Algo más debe haber sido responsable por el colapso del marco aparte de la impresión de papel moneda para enfrentar el presupuesto del gobierno, ¿pero qué? ¿nos enfrentamos al mismo riesgo actualmente? Lancemos una mirada más de cerca a los datos.
La historia se repite - ¿o no?
En su bien investigado artículo, Hutchinson señala que la Alemania de Weimar había estado padeciendo inflación desde comienzos de la Primera Guerra Mundial; pero que fue en el período de dos años entre 1921 y 1923 cuando ocurrió la verdadera “hiperinflación de Weimar.” Para cuando había terminado en noviembre de 1923, el marco valía sólo un billonésimo de su valor en 1914. Hutchinson sigue diciendo:
“La actual mezcla política refleja la de Alemania durante el período entre 1919 y 1923. El gobierno de Weimar no estaba dispuesto a elevar impuestos para financiar la reconstrucción de posguerra y los pagos de reparaciones de guerra, y por lo tanto incurrió en grandes déficits presupuestarios. Mantuvo los tipos de interés muy por debajo de la inflación, expandiendo rápidamente el suministro de dinero y aumentando en un 50% los gastos del gobierno mediante la impresión de dinero y viviendo de los beneficios de su emisión…
“El paralelo verdaderamente escalofriante es que EE.UU., Gran Bretaña y Japón se han dedicado a financiar sus déficits presupuestarios mediante señoreaje. En EE.UU., la Reserva Federal está comprando 300.000 millones de dólares en bonos del Tesoro durante un período de seis meses, o sea 600.000 millones por año, un 15% de los gastos federales de 4 billones de dólares. En Gran Bretaña, el Banco de Inglaterra (BOE) está comprando 75.000 millones de gilts (el equivalente británico de bonos del Tesoro de EE.UU.) durante tres meses. Es decir, 300.000 millones de libras por año, un 65% de los gastos gubernamentales británicos de 454.000 millones de libras. Por lo tanto, mientras EE.UU. se acerca a la política de la Alemania de Weimar (un 50% de los gastos) con bastante rapidez, ¡Gran Bretaña ya la ha sobrepasado!”
Y es el punto en el cual los datos se embrollan. Si Gran Bretaña ya cubre un mayor porcentaje de su déficit presupuestario mediante señoreaje de lo que hizo Alemania en el clímax de su hiperinflación, ¿por qué la libra vale ahora aproximadamente lo mismo en los mercados de cambios de divisas como hace nueve años, bajo circunstancias de las que se dice impulsaron al marco a un billonésimo de su valor anterior en el mismo período, y la mayor parte en sólo dos años? Mientras tanto, el dólar de EE.UU. se ha efectivamente fortalecido en relación a otras divisas desde que se iniciara la política el año pasado de masivo “aligeramiento cuantitativo” (el eufemismo actual para señoreaje). [3] Ahora son los bancos centrales los que imprimen, en lugar de los gobiernos, pero el efecto sobre el suministro del dinero debiera ser el mismo que en los antiguos proyectos de impresión de dinero por los gobiernos. La deuda gubernamental comprada por los bancos centrales nunca es pagada efectivamente, sino que simplemente es continuamente refinanciada de año en año; y una vez que el nuevo dinero está en el suministro de dinero, se queda allí diluyendo el valor de la moneda. ¿Por qué entonces no han colapsado nuestras monedas a un billonésimo de su antiguo valor, como sucedió en la Alemania de Weimar? Por cierto, si fuera un simple asunto de oferta y demanda, un gobierno tendría que imprimir un billón de veces su anterior suministro de dinero para bajar su moneda en un factor de un billón; y ni siquiera se acusa al gobierno alemán de haberlo hecho. Algo más tuvo que haber ocurrido en la República de Weimar, ¿pero qué fue?
Schacht revela el secreto
Escritos posteriores de Hjalmar Schacht, comisionado monetario de la República de Weimar, arrojan luz sobre este misterio. Los hechos son explorados ampliamente en “The Lost Science of Money” de Stephen Zarlenga, quien escribe que en el libro de Schacht “The Magic of Money,” él “reveló, escribiendo en alemán, con algunas admisiones verdaderamente notables que destrozan la “sabiduría aceptada” que la comunidad financiera ha promulgado sobre la hiperinflación alemana. “Lo que realmente impulsó la inflación de tiempos de guerra hacia una hiperinflación, dijo Schacht, fue la especulación por inversionistas extranjeros, quienes apostaron a la disminución del valor del marco vendiéndolo al descubierto.
La venta al descubierto es una técnica utilizada por inversionistas para tratar de beneficiarse del precio descendiente de un activo. Involucra pedir prestado el activo y venderlo, en el entendimiento de que el activo tendrá que ser vuelto a comprar más adelante y devuelto al dueño original. El especulador apuesta a que el precio habrá caído mientras tanto y que se podrá embolsar la diferencia. La venta al descubierto del marco alemán fue posibilitada porque los bancos privados pusieron a disposición cantidades masivas de dinero para prestarlo, marcos que fueron creados a pedido y prestados a los inversionistas, resultando en un interés lucrativo para los bancos.
Primero, la especulación fue alimentada por el Reichsbank (el banco central alemán) que había sido recientemente privatizado. Pero cuando el Reichsbank ya no pudo satisfacer la voraz demanda de marcos, se permitió que otros bancos privados los crearan de la nada y también los prestaran con intereses. [4]
Una historia con un giro irónico
Si se ha de creer a Schacht, no sólo el gobierno no causó la hiperinflación, sino el gobierno fue el que logró controlar la situación. El Reichsbank fue colocado bajo una estricta regulación, y se adoptaron rápidas medidas correctivas para eliminar la especulación extranjera eliminando el fácil acceso a préstamos de dinero creado por los bancos.
Más interesante es una secuela poco conocida de esta historia. Lo que permitió que Alemania volviera a ponerse sobre sus pies en los años treinta fue precisamente lo que los comentaristas actuales culpan de haberla derrumbado en los años veinte – el dinero emitido por señoreaje por el gobierno. El economista Henry C. K. Liu llama esta forma de financiamiento “crédito soberano.” Escribe sobre la notable transformación de Alemania:
“Los nazis llegaron al poder en Alemania en 1933, en tiempos en los que la economía se encontraba en un colapso total, con ruinosas obligaciones de reparaciones de guerra y cero perspectivas de inversión extranjera o crédito. Sin embargo, mediante una política monetaria independiente de crédito soberano y un programa de obras públicas de pleno empleo, el Tercer Reich pudo convertir en cuatro años una Alemania en bancarrota, privada de colonias en ultramar que pudiera explotar, en la economía más fuerte de Europa, incluso antes de comenzar con los gastos en armamento.” [5]
Aunque Hitler evidentemente merece el oprobio acumulado sobre su persona por sus atrocidades posteriores, fue enormemente popular con su propio pueblo, por lo menos por un cierto tiempo. Fue obviamente porque rescató a Alemania de la angustia de una depresión mundial – y lo hizo con un plan de obras públicas pagado con dinero generado por el propio gobierno. Primero asignaron proyectos para ser financiados, incluyendo el control de inundaciones, la reparación de edificios públicos y residencias privas, la construcción de edificios nuevos, carreteras, puentes, canales e instalaciones portuarias. El coste proyectado de los diversos programas fue fijado en 1.000 millones de unidades de la moneda nacional. Mil millones de letras de cambio no-inflacionarias llamadas Certificados del Tesoro de Trabajo fueron luego emitidas contra ese coste. Millones de personas fueron puestas a trabajar en esos proyectos, y los trabajadores fueron pagados con Certificados del Tesoro. Los trabajadores luego gastaron los certificados en bienes y servicios, creando más puestos de trabajo para más gente. Esos certificados en realidad no eran libres de deuda pero fueron emitidos como bonos, y el gobierno pagó intereses por ellos a los poseedores. Pero los certificados circularon como dinero y eran renovables indefinidamente, convirtiéndolos en una moneda de facto; y evitaron la necesidad de pedir prestado a prestamistas internacionales o de pagar deudas internacionales. [6] Los Certificados del Tesoro no eran negociables en los mercados de divisas extranjeras, por lo tanto estaban fuera del alcance de los especuladores en divisas. No podían ser vendidos al descubierto porque no había nadie a quien venderlos, de modo que conservaron su valor.
Dentro de dos años se solucionó el problema del desempleo de Alemania y el país volvió a ponerse de pie. Tenía una moneda sólida, estable, y ninguna inflación, en días en los que millones de personas en EE.UU. y en otros países occidentales todavía carecían de trabajo y vivían de la asistencia social. Alemania incluso logró restaurar su comercio exterior, a pesar de que se le negaba créditos en el extranjero y que enfrentaba un boicot económico en el exterior. Lo hizo utilizando un sistema de trueque: equipamientos y materias primas eran intercambiados directamente con otros países, soslayando a los bancos internacionales. Este sistema de trueque directo ocurrió sin deuda y sin déficits comerciales. Aunque el experimento económico alemán duró poco, dejó algunos monumentos duraderos de su éxito, incluyendo las famosas Autobahnen [autopistas] las primeras amplias súper carreteras. [7]
Las lecciones de la historia: no son siempre lo que parecen ser
El plan alemán para escapar a su agobiadora deuda y revigorizar una economía débil fue brillante, pero en realidad no fue originario de los alemanes. La noción de que un gobierno pudiera financiarse imprimiendo y entregando recibos de papel por bienes y servicios recibidos fue inventada primero por colonos estadounidenses.
Benjamin Franklin atribuyó el notable crecimiento y abundancia en las colonias, en circunstancias en las que trabajadores ingleses sufrían las condiciones empobrecidas de la Revolución Industrial, al sistema particular de los colonos de dinero emitido por el gobierno. En el Siglo XIX, el senador Clay, lo llamó el “sistema estadounidense” distinguiéndolo del “sistema británico” de billetes emitidos privadamente. Después de la Revolución Estadounidense, el sistema estadounidense fue reemplazado en EE.UU. por dinero creado por los banqueros, pero el dinero emitido por el gobierno fue resucitado durante la Guerra Civil, cuando Abraham Lincoln financió su gobierno con billetes de EE.UU. o “dólares” emitidos por el Tesoro.
La dramática diferencia en los resultados de los dos experimentos con la impresión de moneda de Alemania fue un resultado directo de la manera como se utilizó el dinero. La inflación de precios resulta cuando la “oferta” (dinero) aumenta más que la “demanda” (bienes y servicios), aumentando los precios; y en el experimento de los años treinta, el dinero nuevo fue creado para financiar la productividad, de modo que la oferta y la demanda crecieron juntas y los precios se mantuvieron estables. Hitler dijo: “Por cada marco emitido, requeríamos el equivalente de un marco en trabajo hecho, o de bienes producidos.” En el desastre hiperinflacionario de 1923, por otra parte, se imprimió dinero sólo para pagar a especuladores, haciendo que la demanda subiera repentinamente, mientras la oferta seguía fija. El resultado fue no sólo inflación, sino hiperinflación, ya que la especulación se descontroló, provocando una manía rampante estilo burbuja y pánico.
Lo mismo sucedió en Zimbabue, un dramático ejemplo contemporáneo de inflación descontrolada. La crisis comenzó en 2001, cuando Zimbabue incumplió el pago de sus préstamos y el FMI se negó a hacer los ajustes usuales, incluyendo el refinanciamiento y la renuncia a la deuda. Aparentemente, la intención del FMI fue castigar al país por decisiones políticas que desaprobaba, incluyendo medidas de reforma agraria que involucraba la recuperación de tierras de acaudalados terratenientes. El crédito de Zimbabue fue arruinado y no pudo obtener préstamos en otros sitios, de modo que el gobierno recurrió a emitir su propia moneda nacional y a utilizar el dinero para comprar dólares de EE.UU. en los mercados extranjeros de divisas. Esos dólares fueron entonces utilizados para pagar al FMI y recuperar la calificación crediticia. [8] Según una declaración del banco central de Zimbabue, la hiperinflación fue causada por especuladores que manipularon el mercado de divisas extranjeras, cobrando tasas exorbitantes por dólares de EE.UU., causando una drástica devaluación de la moneda de Zimbabue.
El verdadero error del gobierno, sin embargo, puede haber sido que haya hecho el juego del FMI. En lugar de utilizar su moneda nacional para comprar moneda de curso forzoso para pagar a prestamistas extranjeros, podría haber seguido el ejemplo de Abraham Lincoln y de los colonos estadounidenses y emitido su propia moneda para pagar por la producción de bienes y servicios para su propio pueblo. Se podría haber evitado la inflación, porque la oferta se habría ajustado a la demanda; y el dinero habría servido a la economía local en lugar de ser absorbido por especuladores.
La verdadera amenaza de Weimar y cómo evitarla
¿Se puede decir, entonces, que EE.UU., haya escapado del peligro hiperinflacionario con su plan de “aligeramiento cuantitativo”? Tal vez sí, tal vez no. En la medida en la que el dinero recién creado sea utilizado para un verdadero desarrollo económico y crecimiento, no es probable que el financiamiento mediante señoreaje infle los precios, porque la oferta y la demanda crecerán juntas. La utilización del aligeramiento cuantitativo para financiar la infraestructura y otros proyectos productivos, como en el paquete de estímulo del presidente Obama, puede vigorizar la economía tal como se ha prometido, produciendo el tipo de abundancia de la que habla Benjamin Franklin en los primeros años florecientes de EE.UU.
Sin embargo, hay algo que sucede actualmente que tiene una similitud inquietante con lo que provocó la hiperinflación de 1923. Como en la Alemania de Weimar, la creación de moneda en EE.UU. es realizada por un banco central de propiedad privada, la Reserva Federal; y es hecha en gran parte para pagar apuestas especulativas en los libros de bancos privados, sin producir nada de valor para la economía. Como advirtió el inversionista en oro James Sinclair hace casi dos años:
“El verdadero problema es una trepidante montaña de 20 billones de dólares de crédito en el mercado extrabursátil y en derivados hipotecarios. Hay que pensar seriamente en el estudio del caso de la República de Weimar porque cada día parece más y más como una repetición de la causa y el efecto…” [9]
Los 12.900 millones de dólares en fondos de rescate canalizados a través de AIG para pagar a Goldman Sachs por sus altamente especulativos “credit default swaps” es sólo un ilustre ejemplo, [10] En la medida en que el dinero creado por “aligeramiento cuantitativo” es absorbido por el agujero negro del pago de esas apuestas especulativas con derivados, podríamos ciertamente estar en el camino de Weimar y existe un serio motivo de alarma. Se nos ha llevado a creer que debemos afianzar a un monstruoso zombi bancario en Wall Street porque sin él no tendríamos un sistema de crédito, pero no es así. Existe otra alternativa viable, y puede ser nuestra única alternativa viable. Podemos derrotar a Wall Street en su propio juego, formando bancos de propiedad pública que emitan toda la fe y el crédito de EE.UU. no para el beneficio privado especulativo sino como un servicio público, para el beneficio de EE.UU. y de su gente. [11]
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Ellen Brown desarrolló su capacidad de investigación como abogada que trabajó en litigios civiles en Los Ángeles. En “Web of Debt,” su último libro, usa esa capacidad para un análisis de la Reserva Federal y el “trust del dinero.” Muestra cómo ese cartel privado ha usurpado el poder de crear dinero de la propia gente, y cómo la gente puede recuperarlo. Sus libros anteriores se concentraban en el cartel farmacéutico que recibe su poder del “trust del dinero.” Sus once libros incluyen “Forbidden Medicine,” “Nature’s Pharmacy” (escrito en conjunto con la doctora Lynne Walker), y “The Key to Ultimate Health” (escrito junto al doctor
Richard Hansen). Sus sitios en Internet son www.webofdebt.com y www.ellenbrown.com.
Notas
1. “Examiner Editorial: Get Ready for Obama’s Coming Hyperinflation,” San Francisco Examiner, April 29, 2009.
2. Martin Hutchinson, “Is It 1932 – or 1923?”, Money Morning (April 9, 2009).
3. See Monthly Average Graphs, x-rate.com.
4. Stephen Zarlenga, The Lost Science of Money (Valatie, New York: American Monetary Institute, 2002), pages 590-600; S. Zarlenga, “Germany’s 1923 Hyperinflation: A ‘Private’ Affair,” Barnes Review (July-August 1999).
5. Henry C. K. Liu, “Nazism and the German Economic Miracle,” Asia Times (May 24, 2005).
6. S. Zarlenga, op. cit.
7. Matt Koehl, “The Good Society?”, Rense (January 13, 2005).
8. “Bags of Bricks: Zimbabweans Get New Money – for What It’s Worth,” The Economist (August 24, 2006); Thomas Homes, “IMF Contributes to Zimbabwe’s Hyperinflation,” www.newzimbabwe.com (March 5, 2006).
9. Jim Sinclair, “Fed Actions a Bandaid on a Gaping Economic Wound,” reprinted in Go for Gold, September 18, 2007.
10. Eliot Spitzer, “The Real AIG Scandal, Continued! The Transfer of $12.9 Billion from AIG to Goldman Looks Fishier and Fishier,” Slate (March 22, 2009).
11. See Ellen Brown, “Cash Starved States Need to Play the Banking Game,” webofdebt.com/articles (March 2, 2009).