jueves, 19 de septiembre de 2013

SOBRE EL DIÁLOGO ENTORNO A LA FE



SOBRE EL DIÁLOGO ENTORNO A LA FE


En primer lugar, es imposible que exista diálogo entre el Reino de Dios y el reino del mal (Satanás). El reino del mal es todo lo que se opone a Dios. Para un cristiano, el reino del mal es todo lo que se opone a Cristo, es decir todo lo anticristiano.


Jesucristo no dialogaba con los espíritus impuros, sino que los expulsaba sin miramientos, pues no puede haber espíritu negociador, ni mucho menos compromisos entre el Reino de Dios y el reino del mal.


Jesucristo Hijo de Dios (Verdadero Dios y Verdadero Hombre), nos dijo “el que no está conmigo, está contra mí” (Lc. 11, 23). Puede parecer intransigencia, pero en el evangelio de Cristo no hay grises: o es blanco, o es negro; el bien, o el mal (nada de relativismos).


El propio Jesucristo coloca a sus enviados, es decir sus discípulos y apóstoles, y por consecuencia dentro de la sucesión apostólica, a la Iglesia Católica y sus sacerdotes como transmisores de su doctrina evangélica y afirmando a la vez que “quien a vosotros os escucha, a mi me escucha; y quien a vosotros os rechaza, a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado” (Lc. 10, 16).


Lo anterior quiere decir que rechazar a los enviados de Jesucristo (sacerdotes de la Iglesia Católica), equivale a rechazar al mismo Jesucristo; y podemos tener como corolario del silogismo que el mismo Señor nos presenta, que rechazar a Jesucristo equivale a rechazar al que lo envió a Él: es decir a El Padre.


Los enviados de Jesucristo deben ser “sal de la tierra”  y “luz del mundo” (Mt. 5, 13-14). Esta “sal” que no se desvirtúa, y “luz” que debe alumbrar a todos los hombres, se identifica con “las buenas obras y la glorificación de vuestro Padre que está en los cielos” (Mt. 5, 16).


El Señor nos pregunta: “Mas si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará?” (Mt. 5, 13). Seguidamente es el mismo Jesucristo quien responde esa interrogante: esta sal “ya no sirve para nada”.


Pero ¿cómo saber si la sal está desvirtuada? Sólo con la ayuda de la Gracia Divina podemos estar seguros para no caer en el error, es decir con la ayuda del Espíritu Santo. El Paráclito nos iluminará, si le invocamos con fe, para entonces “conocer al árbol por su fruto”, “porque no hay árbol bueno que de fruto malo y, a la inversa, no hay árbol malo que de fruto bueno”  (Lc. 6, 43-44).


El verdadero seguidor de Cristo no dialoga, ni negocia compromisos con los que rechazan a Cristo, pues aquéllos no son de Cristo. Según hemos visto, el propio Evangelio del Señor declara que los que rechazan a Cristo, rechazan en consecuencia al Padre-Dios.


La forma de amar a nuestros enemigos (Lc. 6-27), es decir a los que no están con Cristo y/o rechazan a Cristo, es orar por ellos. Esto es un mandato evangélico del mismo Cristo, en consecuencia el verdadero cristiano debe amar y orar por los enemigos de la fe.
 
Dialogar, no implica dejar de conversar con espíritu compasivo y misericordioso. Lo que es imposible, o más bien prohibitivo para todo seguidor de Cristo, siempre desde el punto de vista terminológico y filosófico de la acepción “diálogo”, es discutir sobre verdades de fe con la intención de llegar a acuerdos relativos a dicha fe. Las verdades de fe de la Iglesia Católica no son negociables.

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