La libertad de prensa y el control político de los medios de comunicación
No abundan los gobernantes respetuosos con los
derechos civiles y la libertad de prensa. Más bien, al contrario, los
gobiernos quedan integrados por políticos intervencionistas a los que
les vuelve locos la "ingeniería social",
intentando imponer su visión del mundo al resto de los ciudadanos.
Llevados por su sectarismo ideológico, no sienten reparos en atacar derechos individuales previos
a la existencia de cualquier Constitución que instaure una democracia
liberal y, por tanto, anteriores al ordenamiento jurídico positivo.
Los medios de comunicación libres y críticos con el positivismo
jurídico son imprescindibles para la existencia de una verdadera
democracia liberal, pero resultan incómodos para cualquier Gobierno
intervencionista. Por ello, los dirigentes sectarios buscan silenciar cualquier voz discrepante
respecto de los mensajes y políticas gubernamentales que pretenden
guiar la sociedad a favor de sus intereses con justificaciones como el
"interés público", el "bienestar social" o, en el caso que analizamos,
"garantizar la transparencia y el pluralismo en el sector" o "los
derechos de los ciudadanos".
Una primera fase, de acoso y derribo de los disidentes, es la
marginación y demonización de los representantes de la sociedad civil
que alzan su voz frente a la corrupción, los desmanes presupuestarios y
los atropellos de derechos civiles realizados por los políticos. Los
medios progubernamentales muelen a palos al opositor con campañas de
amedrentamiento y calificativos variados como "fascista", "neoliberal",
"anarquista", "facha", "radical", "antidemocrático"...
Una segunda fase, más seria y peligrosa para el ejercicio de las
libertades individuales, es la introducción de legislación liberticida
para silenciar y controlar "legalmente" a los medios de comunicación por
medio de leyes de Juntas de Censura que permiten desde las sanciones pecuniarias hasta la retirada de las concesiones administrativas.
Pues bien, el proceso de ingeniería social
no se conforma con imponer leyes que pretenden adoctrinar
sobre ámbitos de decisión privados relativos a los valores morales, la
lengua, la cultura y la libertad de elección de los individuos como, por
ejemplo, con la "educación para la ciudadanía", la "inmersión"
lingüística o la "prohibición" de fumar en lugares privados de uso
público.
A nivel mundial vemos que se trata de introducir legislación y comités para el control de los medios de comunicación audiovisual, al igual que anteriormente se ha legislado la interceptación de comunicaciones o se intenta aprobar una ley de censura en Internet. Un paquete de leyes liberticidas que, si logran implantarse sin el concurso previo de jueces independientes,
permitirán remover los últimos obstáculos que mantienen viva la
libertad de prensa y que dificultan la imposición del culto al Estado a
favor de los intereses de una casta política que pretende seguir tutelando una sociedad civil estabulada.
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