San Pío X y Teodoro Herzl
de SANTA IGLESIA MILITANTE de santaiglesiamilitante@hotmail.com (Constantino)
Ayer fui recibido por el Papa Pío X. Me
recibió de pie y tendió la mano que no besé. Se sentó en un sillón,
especie de trono para “los asuntos menores” y me invitó a sentarme cerca
de él. El Papa es un sacerdote lugareño, más bien rudo, para quien el
Cristianismo permanece como una cosa viviente, aún en el Vaticano. Le
expuse mi demanda en pocas palabras. Pero, tal vez enojado porque no le
había besado la mano, me contestó de modo demasiado brusco:
— No podemos favorecer vuestro
movimiento. No podemos impedir a los judíos ir a Jerusalén, pero no
podemos jamás favorecerlo. La tierra de Jerusalén si no ha sido sagrada,
ha sido santificada por la vida de Jesucristo. Como jefe de la Iglesia
no puedo daros otra contestación. Los judíos no han reconocido a Nuestro
Señor. Nosotros no podemos reconocer al pueblo judío.
De modo que el antiguo conflicto entre
Roma y Jerusalem, personificado por mi interlocutor y por mí, revivía en
nosotros. Al principio traté de mostrarme conciliador. Le expuse mi
pequeño discurso sobre la extraterritorialidad. Esto no pareció
impresionarlo. “Gerusalemme”, dijo, no debía a ningún precio, caer en manos de los judíos.
— Y sobre el estatuto actual, ¿qué pensáis vos, Santidad?
— Lo sé; es lamentable ver a los
turcos en posesión de nuestros lugares Santos.
Pero debemos resignarnos.
En cuanto a favorecer el deseo de los judíos a establecerse allí, nos
es imposible.
Le repliqué que nosotros fundábamos
nuestro movimiento en el sufrimiento de los judíos, y queríamos dejar al
margen todas las incidencias religiosas.
— Bien, pero Nos, en cuanto Jefe de
la Iglesia Católica, no podemos adoptar la misma actitud. Se produciría
una de las dos cosas siguientes: o bien los judíos conservarán su
antigua Fe y continuarán esperando al Mesías, que nosotros los
cristianos creemos que ya ha venido sobre la tierra, y en este caso
ellos niegan la divinidad de Cristo y no los podemos ayudar, o bien irán
a Palestina sin profesar ninguna religión, en cuyo caso nada tenemos
que hacer con ellos. La fe judía ha sido el fundamento de la nuestra,
pero ha sido superada por las enseñanzas de Cristo y no podemos admitir
que hoy día tenga alguna validez. Los judíos que debían haber sido los
primeros en reconocer a Jesucristo, no lo han hecho hasta hoy.
Yo tenía a flor de labio la observación: “Esto ocurre en todas las familias; nadie cree en sus parientes próximos”; pero de hecho contesté: “El terror y la persecución no eran ciertamente los mejores medios para convertir a los judíos”.
Su réplica tuvo, en su simplicidad, un elemento de grandeza:
— Nuestro Señor vino al mundo sin
poder. Era povero. Vino in pace. No persiguió a nadie. Fue abbandonato
aún por sus apóstoles. No fue hasta más tarde que alcanzó su verdadera
estatura. La Iglesia empleó tres siglos en evolucionar. Los judíos
tuvieron, por consiguiente, todo el tiempo necesario para aceptar la
divinidad de Cristo sin presión y sin violencias. Pero eligieron no
hacerlo y no lo han hecho hasta hoy.
— Pero los judíos pasan pruebas
terribles. No sé si Vuestra Santidad conoce todo el horror de su
tragedia. Tenemos necesidad de una tierra para esos errantes.
— ¿Debe ser Gerusalemme?
— Nosotros no pedimos Jerusalem sino Palestina, la tierra secular.
— Nos no podemos declararnos a favor de ese proyecto.
Teodoro Herzl
Nota: He
aquí el testimonio luego de su visita a San Pío X, en Roma, el 26 de
enero de 1904. Aparecido originalmente en “La Terre Retrovée”, 1º de
Julio de 1956.
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