La Virgen Santísima siempre está dispuesta como madre amorosa, a llevarnos a hacia su Hijo Jesús. El mismo Señor Jesús nos la entregó como Madre nuestra al pie de la cruz al decir al dicípulo amado, que es figura de todos los creyentes: "ahí tienes a tu Madre" (San Juan 19,27). Siempre está dispuesta a auxiliarnos en nuestras necesidades, todo lo que nos pide es "hagan todo lo que él les diga" (San Juan 2,5)
En el año 476 el
gran orador Proclo decía: "La Madre de Dios es nuestra Auxiliadora
porque nos trae auxilios de lo alto". San Sabas de Cesarea en el año 532
llama a la Virgen "Auxiliadora de los que sufren" y narra el hecho de
un enfermo gravísimo que llevado junto a una imagen de Nuestra Señora
recuperó la salud y que aquella imagen de la "Auxiliadora de los
enfermos" se volvió sumamente popular entre la gente de su siglo. El
gran poeta griego Romano Melone, año 518, llama a María "Auxiliadora de
los que rezan, exterminio de los malos espíritus y ayuda de los que
somos débiles" e insiste en que recemos para que Ella sea también
"Auxiliadora de los que gobiernan" y así cumplamos lo que dijo Cristo:
"Dad al gobernante lo que es del gobernante" y lo que dijo Jeremías:
"Orad por la nación donde estáis viviendo, porque su bien será vuestro
bien". En las iglesias de las naciones de Asia Menor la fiesta de María
Auxiliadora se celebra el 1º de octubre, desde antes del año mil (En
Europa y América se celebre el 24 de mayo). San Sofronio, Arzobispo de
Jerusalén dijo en el año 560: "María es Auxiliadora de los que están en
la tierra y la alegría de los que ya están en el cielo". San Juan
Damasceno, famoso predicador, año 749, es el primero en propagar esta
jaculatoria: "María Auxiliadora rogad por nosotros". Y repite: "La
Virgen es auxiliadora para conseguir la salvación. Auxiliadora para
evitar los peligros, Auxiliadora en la hora de la muerte". San Germán,
Arzobispo de Constantinopla, año 733, dijo en un sermón: "Oh María Tú
eres Poderosa Auxiliadora de los pobres, valiente Auxiliadora contra los
enemigos de la fe. Auxiliadora de los ejércitos para que defiendan la
patria. Auxiliadora de los gobernantes para que nos consigan el
bienestar, Auxiliadora del pueblo humilde que necesita de tu ayuda".
Es también muy destacable que el nombre de “Auxiliadora” le fue dado a la Virgen María en Ucrania desde el año 1030 por haber liberado a aquella región de la invasión de tribus paganas. Desde entonces en ese país la Iglesia Ortodoxa celebra la fiesta de María Auxiliadora cada 1 de octubre.
La batalla de Lepanto.
En el siglo XVI, los musulmanes-mahometanos continuaban en su lucha por
invadir y conquistar Europa para el Islam. En ese tiempo no había la tolerancia de unas
religiones para con las otras. Y ellos a donde llegaban imponían a la
fuerza su religión y destruían todo lo que fuera cristiano. Cada año
invadían nuevos territorios de los católicos, llenando de muerte y de
destrucción todo lo que ocupaban y ya estaban amenazando con invadir a
la misma Roma. Fue entonces cuando el Sumo Pontífice San Pío V, gran devoto
de la Virgen María convocó a los Príncipes Católicos para que salieran a
defender a sus colegas de religión. Pronto se formó un buen ejército y
se fueron en busca del enemigo. El 7 de octubre de 1572, se encontraron
los dos ejércitos en un sitio llamado el Golfo de Lepanto. Los turcos tenían 282 barcos y 88,000 soldados. Los cristianos eran
inferiores en número. Antes de empezar la batalla, los soldados
cristianos se confesaron, oyeron la Santa Misa, comulgaron, rezaron el Santo
Rosario y entonaron un canto a la Madre de María Auxiliadora.
Terminados estos actos se lanzaron como un huracán en busca del ejército
contrario. Al principio la batalla era desfavorable para los
cristianos, pues el viento corría en dirección opuesta a la que ellos
llevaban, y detenían sus barcos que eran todos barcos de vela o sea
movidos por el viento. Pero luego - de manera admirable - el viento
cambió de rumbo, batió fuertemente las velas de los barcos del ejército
cristiano, y los empujó con fuerza contra las naves enemigas. Entonces
nuestros soldados dieron una carga tremenda y en poco rato derrotaron
por completo a sus adversarios. Es de notar, que mientras la batalla se
llevaba a cabo, el Papa San Pío V, con una gran multitud de fieles recorría las
calles de Roma rezando el Santo Rosario. En agradecimiento de tan
espléndida victoria San Pío V mandó que en adelante cada año se
celebrara el siete (07) de octubre, la fiesta del Santo Rosario, y que en las
letanías lauretanas se rezara siempre esta oración: MARÍA AUXILIO DE LOS
CRISTIANOS, RUEGA POR NOSOTROS.
En el siglo XIX ocurrió un hecho muy
lamentable. El emperador Napoleón de Francia, llevado por la ambición, orgullo, y del fuerte aire anticristiano de la revolución francesa,
se atrevió a encarcelar al Sumo Pontífice, el Papa Pío VII. Varios años
llevaba en prisión el Vicario de Cristo y no se veían esperanzas de
obtener la libertad, pues el emperador era el más poderoso gobernante de
ese entonces. Hasta los reyes temblaban en su presencia, y su ejército
era siempre el vencedor en las batallas. El Sumo Pontífice hizo entonces
una promesa: "Oh Madre de Dios, si me libras de esta indigna prisión,
te honraré decretándote una nueva fiesta en la Iglesia Católica".
Y muy pronto vino lo inesperado.
Napoleón que había dicho: "Las excomuniones del Papa no son capaces de
quitar el fusil de la mano de mis soldados", seguidamente invadió Rusia con cerca de medio millón de soldados, pero vio con desilusión que en
los fríos campos de Rusia, morían sus soldados. Volvió humillado con unos pocos y
maltrechos hombres. Y al volver se encontró con que sus adversarios le
habían preparado un fuerte ejército, el cual lo atacó y le proporcionó
total derrota. Fue luego expulsado de su país y el que antes se atrevió a
aprisionar al Papa, se vio obligado a acabar en triste prisión el resto
de su vida. El Papa pudo entonces volver a su sede pontificia y el 24
de mayo de 1814 regresó triunfante a la ciudad de Roma. En memoria de
este noble favor de la Virgen María, Pío VII decretó que en adelante
cada 24 de mayo se celebrara en Roma la fiesta de María Auxiliadora en
acción de gracias a la Madre de Dios.
San Juan BoscoSan Juan Bosco y María Auxiliadora.
El 9 de junio de 1868, se consagró en
Turín, Italia, la Basílica de María Auxiliadora. La historia de esta
Basílica es una cadena de favores de la Madre de Dios. su constructor
fue San Juan Bosco, humilde campesino nacido el 16 de agosto de 1815, de
padres muy pobres. A los tres años quedó huérfano de padre. Para poder
ir al colegio tuvo que andar de casa en casa pidiendo limosna. La Sma.
Virgen se le había aparecido en sueños mandándole que adquiriera
"ciencia y paciencia", porque Dios lo destinaba para educar a muchos
niños pobres. Nuevamente se le apareció la Virgen y le pidió que le
construyera un templo y que la invocara con el título de Auxiliadora.
Empezó la obra del templo con tres
monedas de veinte centavos. Pero fueron tantos los milagros que María
Auxiliadora empezó a hacer en favor de sus devotos, que en sólo cuatro
años estuvo terminada la gran Basílica. El santo solía repetir: "Cada
ladrillo de este templo corresponde a un milagro de la Santísima
Virgen". Desde aquel santuario empezó a extenderse por el mundo la
devoción a la Madre de Dios bajo el título de Auxiliadora, y son tantos
los favores que Nuestra Señora concede a quienes la invocan con ese
título, que ésta devoción ha llegado a ser una de las más populares.
Basílica de María Auxiliadora en Turín, Italia.
San Juan Bosco decía: "Propagad la
devoción a María Auxiliadora y veréis lo que son milagros" y recomendaba
repetir muchas veces esta pequeña oración: "María Auxiliadora, rogad
por nosotros". El decía que los que dicen muchas veces esta jaculatoria
consiguen grandes favores del cielo.
San Juan Bosco Promotor de María Auxiliadora
MARÍA AUXILIADORA
Palabras dadas por Don Bosco a sus
alumnos el 20 de mayo de 1877:
"Estamos en la fiesta de Pentecostés, en
la novena de María Santísima Auxiliadora. Durante este mes, se obtienen
cada día muchas gracias de la Virgen. Unas veces son personas que vienen
aquí a esta nuestra iglesia a pedir favores o a agradecer los
recibidos; otras, llegan cartas de lejos con relatos de sucesos
admirables, atribuidos a la invocación de nuestra buena Madre, y que
expresan la gratitud de los agraciados.
Pero las gracias más grandes son las que no se conocen.
¡Cuántas y cuántas personas hay que, por intercesión de María Santísima, pudieron ordenar los asuntos de su alma!
Y, sin ir más lejos, aquí en nuestra
casa son innumerables las gracias obtenidas y que se van obteniendo por
muchos jóvenes, que invocaron a María con el título de Auxilium
Christianorum, y obtuvieron gracias espirituales.
Uno logró perder una mala costumbre, otro adquirió una virtud difícil de practicar…
Os recomiendo, pues, por cuanto sé y puedo, que invoquéis todos a María Santísima en esta novena.
Esta Madre piadosa concede fácilmente
las gracias que necesitamos, y sobre todo las espirituales. Ella es
poderosísima en el Cielo y cualquier gracia que pida a su Divino Hijo,
le es concedida al instante.
La Iglesia nos da a conocer el poder y
la benignidad de María con aquel himno que empieza: Si coeli quaeris
ianuas, Mariae nomen invoca. (Si buscas las puertas del cielo, invoca el
nombre de María).
Si, para entrar en el cielo, basta invocar el nombre de María, preciso es decir también que Ella es poderosa.
Su nombre es representado como puerta del cielo, y todos los que quieren entra en él deben encomendarse a María.
Recurramos nosotros a Ella, especialmente para que nos ayude en el momento de la muerte.
La Iglesia, en efecto, dice en otro
lugar que María, por sí sola, es terrible como un ejército ordenado para
la batalla, que lucha contra los enemigos de nuestra alma.
Aunque, en el sentido literal de la
Sagrada Escritura, estas palabras se refieren a los enemigos de la
Iglesia, sin embargo el espíritu de la Iglesia misma las refiere también
a nuestros enemigos particulares en las cosas del alma.
Sólo al oír el nombre de María, se dan a la fuga los demonios.
Por eso, es llamada Auxilium
Christianorum, Auxilio de los Cristianos, lo mismo contra los enemigos
exteriores que contra los enemigos interiores.
Nosotros principalmente debemos
encomendarnos a Ella, nosotros que celebramos su fiesta de manera
particular como nuestra propia fiesta, aun cuando sea fiesta de la
Iglesia universal.
Por este motivo os recomiendo cuanto sé y
puedo, y deseo que mi consejo quede grabado en vuestra mente y en
vuestro corazón; invocad siempre el nombre de María, especialmente con
la jaculatoria: María Auxilium Christianorum, ora pro nobis.
Es una oración breve y muy eficaz, según
lo dice la experiencia. La he aconsejado a muchos y todos, o casi
todos, me dijeron que habían obtenido estupendos resultados.
Otros me aseguraron lo mismo, aunque nadie se lo había aconsejado, sino que habían adquirido el habito de rezarla por sí mismos.
Todos nosotros tenemos nuestras debilidades, y, por eso, todos necesitamos auxilio.
Por tanto, cuando queráis obtener una gracia espiritual, tomad la costumbre de rezar, de vez en cuando, esta jaculatoria.
Es una gracia espiritual verse libre de
tentaciones de aflicciones de espíritu, de falta de fervor, de vergüenza
en la confesión, que haga demasiado pesada la manifestación de los
pecados.
Si alguno de vosotros quiere que cese
una obstinada tentación, vencer una pasión, verse libre de muchos
peligros de esta vida, o alcanzar una gran virtud, no tiene más que
hacer que invocar a María Auxiliadora.
Estas y otras gracias espirituales son
las que se obtienen en mayor cantidad, y que no se llegan a saber y
hacen más provecho a las almas.
No es del caso que os enumere los muchísimos que invocándola con esta jaculatoria, obtuvieron gracias especiales.
He aconsejado la jaculatoria: María
Auxilium Christianorum, ora pro nobis, a cientos, a millares, de casa y
de fuera de ella, les recomendé que, si no habían sido escuchados
rezando esta jaculatoria, vinieran a decírmelo.
Y, hasta ahora, no ha venido ninguno a decirme que no había obtenido la gracia.
Digo mal, he de corregir mi error, hubo alguno, como hoy mismo, que vino a quejarse de no haber sido escuchado.
¿Pero, sabéis por qué? Habiéndole
preguntado, confesó que sí había tenido la intención de invocar a María,
pero que después no la había invocado.
En este caso no es la Virgen María la
que falla, somos nosotros los que fallamos, no rezándole; no es que
María no nos escucha, somos nosotros los que no queremos que nos
escuche.
La oración debe hacerse con insistencia, con perseverancia, con fe, con verdadero deseo de ser escuchados.
Quiero que hagáis todos esta prueba y que animéis a que la hagan también todos vuestros parientes y amigos.
En esta próxima fiesta de María
Auxiliadora, si viniesen a veros y, si no vienen, escribiéndoles una
carta, o dándoles recado en familia, decidles de mi parte: -Don Bosco os
asegura que si queréis obtener alguna gracia espiritual, recéis a la
Virgen con esta jaculatoria: María Auxilium Christianorum, ora pro
nobis, y seréis escuchados.
Se entiende que se rece con las condiciones que ha de tener toda oración.
Si no sois escuchados, haréis un favor a don Bosco escribiéndole.
Si yo llego a saber que uno de vosotros
ha rezado bien, pero en vano, escribiré inmediatamente una carta a San
Bernardo diciéndole que se equivocó cuando dijo: “Acuérdate oh Madre
Santa, que jamás se oyó decir que alguno te haya invocado sin tu auxilio
recibir”..
Pero, podéis estar seguros de que no ocurrirá que tenga que escribir una carta a san Bernardo.
Y, si tal me ocurriese, entonces el santo Doctor sabrá encontrar en seguida algún defecto en la oración del suplicante.
Os reís por lo de enviar una carta a san Bernardo.
¿Es que no sabemos dónde se encuentra san Bernardo? ¿Acaso no está en el cielo?
-Hay dificultad en correos, se oyó exclamar a don Miguel Rúa; no saben cómo hacer llegar a destino la tal carta.
-Ciertamente, contestó don Bosco, que
para llegar hasta la morada de san Bernardo, haría falta una ambulancia
de correos, que corriese muy aprisa y quién sabe cuánto tiempo.
No bastaría el telégrafo y, aunque la
corriente eléctrica recorra en un relámpago grandísima distancia, sin
embargo, en este caso, faltarían los hilos. Pero, para escribir a los
santos, nosotros tenemos un medio más veloz que los coches, el tren o el
telégrafo, y no temáis que los santos no reciban nuestras cartas en
seguida, aun cuando el cartero llegara con retraso.
En efecto, ahora mismo, mientras os
hablo, con mi pensamiento, más veloz que el rayo, me levanto a los
espacios del cielo, subo arriba, arriba, por encima de las estrellas,
recorro distancias inconmensurables, y llego al sitial de san Bernardo,
que es uno de los más grandes santos del paraíso.
Haced, pues, la prueba que os he dicho y si no sois escuchados no encontraremos dificultad en enviar una carta a san Bernardo.
Y yo os prometo que el demonio fracasará.
¿Sabéis qué quiere decir que el demonio
fracasará? Quiere decir que no tendrá ningún poder sobre vosotros, no
logrará nunca haceros cometer un pecado, y tendrá que batirse en
retirada. Mientras tanto, en el santo sacrificio y en los otros
ejercicios piadosos, yo os recomendaré a todos al Señor para que os
ayude, os bendiga, os proteja y os conceda sus gracias por medio de
María Santísima.
ORA PRO NOBIS