HORACIO BOJORGE
Muchos han
expuesto las falencias y defectos del liberalismo, sus antecedentes históricos,
filosóficos y también sus consecuencias. En esta exposición quiero que
analicemos juntos al liberalismo como pecado, como lo que realmente es: una
rebelión sistemática contra la Paternidad Divina. En el sentido clásico de la
palabra, el liberalismo es una abominación.
El liberalismo no es simplemente pecado, es decir, 'un' pecado,
sino 'el' pecado. Pues, cuando decimos "es pecado", podríamos
entender que se trata de un pecado más entre otros. En realidad el liberalismo
es el pecado por excelencia, raíz, suma y cima de todos los pecados.
Creo que con la pequeña precisión que introduzco, interpreto la
intención última del Padre Félix Sardá i Salvany, que así tituló su obra:
"El liberalismo es pecado". [1]
La tesis
Al expresar que "El liberalismo es 'el' pecado", el
pecado por excelencia, pretendo avanzar un paso más en la comprensión de qué
tipo de pecado se trata y por qué el liberalismo lo es en forma plena y llana.
Mi tesis se resume así: El liberalismo es el pecado, porque el
liberalismo es la iniquidad, es el pecado contra el Espíritu Santo, es el
rechazo del Hijo y la Rebelión contra el Padre.
Es necesario comprender esta importantísima profundización en el
sentido de esta afirmación, que el liberalismo es pecado. Es 'el' pecado
directo contra Cristo y el Padre. Es, por eso, el pecado contra el Espíritu
Santo. Y a este pecado, como veremos, se le llama, en el Nuevo Testamento,
"la iniquidad", el pecado del Diablo, de quien se dice en el libro de
la Sabiduría que "por envidia, es decir: por acedia del Diablo entró la
muerte en el mundo y la experimentan los que le pertenecen", [2] cuando se
rebelan contra Dios, como el Diablo aspiran a colocarse en el lugar de Dios,
estando de acuerdo en la misma afirmación: no serviré. Este es el pecado, suma,
suprema iniquidad cuya plena manifestación está reservada al fin de los tiempos
y a la que San Pablo llama "El misterio de la iniquidad" (Mysterium
Iniquitatis). [3]
El liberalismo es expuesto como manifestación del misterio de la
iniquidad que San Pablo denuncia actuando en forma incipiente y oculta, ya en
tiempos apostólicos.
Y, aunque volveremos sobre ello, conviene adelantar que la
iniquidad, consiste, según el Nuevo Testamento, en el rechazo de Jesucristo y
de la revelación de Dios Padre, como vida y salvación del hombre. La iniquidad
es la oposición del Espíritu impuro al Espíritu Santo y, por eso, es el pecado
directo contra el Espíritu Santo.
Este rechazo, puede ser explícito como es el caso del Judaísmo y
de otros que niegan validez a la revelación histórica cristiana, o implícito,
como el de los ateos prácticos y los indiferentes, o de los que no se oponen a
la verdad sino que simplemente la relegan distraídamente al terreno de los
implícitos, el terreno de lo que se considera prescindible, o inconveniente de
explicar.
Un ejemplo reciente
Propongo un ejemplo reciente para explicar a qué tipo de
silencios, omisiones u olvidos, me refiero.
El Papa Benedicto XVI introdujo una pequeña modificación en la
letra del Tema de la Quinta Conferencia del Episcopado en América Latina y el Caribe.
El Tema que le presentaban era: "Discípulos y misioneros de Jesucristo
para que nuestros pueblos tengan vida".
El Papa agregó apenas un 'en El': "Discípulos y misioneros de
Jesucristo para que nuestros pueblos 'en El' tengan vida".
Con este pequeñísimo agregado de dos partículas: 'en El' el Papa
llamó la atención a algo fundamental, esencial. Algo que, de haber quedado
implícito, habría podido cobijar un funesto equívoco en la comprensión de la
expresión: "tengan vida".
Tener vida 'en El' quiere decir tener la vida plena de Hijos, que
Jesucristo viene a anunciar. La meta de la misión de los discípulos queda
definida explícitamente por su finalidad: "para que tengan vida 'en
El'".
Con este agregado que inspiradamente introdujo el Vicario de
Cristo, no solamente el Tema de la Conferencia, sino la Conferencia misma,
quedó vacunada contra la reducción gramsciana de la idea de vida del hombre,
que la limita al existir puramente terreno.
Una reducción inmanentista que tiene su raíz en el racionalismo,
el naturalismo y el liberalismo y culmina en el materialismo marxista.
Me daría por satisfecho si al final de mi exposición pudiera haber
explicado la naturaleza del pecado del liberalismo, ayudando así a comprender
mejor la naturaleza del peligro que conjuró el Papa, recordando a los pastores
y fieles de la Iglesia católica en estas regiones de América Latina y el
Caribe, que la meta de su tarea misionera y evangelizadora es procurar que
estos pueblos tengan vida en Cristo mediante el anuncio del Padre. Es decir
aquella vida, vida 'eterna' vida 'católica', que solamente se puede tener 'en
El'. Aquella vida que consiste en entrar en comunión con el Padre y su Hijo
Jesucristo por obra del Espíritu Santo.
Notemos cómo en el fondo de la vaga imprecisión original de la
frase, en la raíz de esa distracción yacía algo que hubiera permitido sugerir
algo como si fuera esencial al Evangelio. En la implicación de que se trata de
vivir en Cristo, como Hijos del Padre celestial, se dejaba lugar para que se
agazapara subrepticiamente la infición liberal, que separa la vida del hombre
de su vida en Dios. Una visión naturalista, para la cual, el último horizonte
de la vida del hombre es: la calidad de vida.
Este silencio hubiera sido particularmente dañoso si se hubiera
originado en un olvido de lo esencial y sería demoníaco si su origen fuera una
aversión acediosa de lo esencial.
Félix Sardá i Salvany: el liberalismo es pecado
Antes de
proseguir es necesario resumir, como punto de referencia fundamental, el
diagnóstico que nos da el Padre Félix Sardá i Salvany en su obra "El
liberalismo es pecado". Dice el Padre Sardá:
"El Liberalismo es pecado, ya se le
considere en el orden de las doctrinas, ya en el orden de los hechos. En el
orden de las doctrinas es pecado grave contra la fe, porque el conjunto de las
doctrinas suyas es herejía, aunque no lo sea tal vez en alguna que otra de sus
afirmaciones o negaciones aisladas. En el orden de los hechos es pecado contra
los diversos Mandamientos de la ley de Dios y de su Iglesia, porque de todos es
infracción. Más claro. En el orden de las doctrinas el Liberalismo es la
herejía universal y radical, porque las comprende todas: en el orden de los
hechos es la infracción radical y universal, porque todas las autoriza y
sanciona".
a. En el orden doctrinal el
liberalismo es herejía
Herejía es toda doctrina que niega formal y
pertinazmente un dogma de la fe cristiana. El liberalismo como doctrina los
niega primero a todos en general y después a cada uno en particular. Los niega
a todos en general, cuando afirma o supone la independencia absoluta de la
razón individual y de la razón social o criterio público en la sociedad.
Decimos afirma o supone, porque a veces en las consecuencias secundarias no se
afirma el principio liberal, pero se le da por supuesto y admitido.
1. Niega la jurisdicción absoluta de Cristo
Dios sobre los individuos y las sociedades, y en consecuencia la jurisdicción
delegada que sobre todos y cada uno de los fieles—de cualquier condición y
dignidad que sean—han recibido de Dios, Cabeza de la Iglesia.
2. Niega la necesidad de la Divina Revelación,
y la obligación que tiene el hombre de admitirla para alcanzar su último fin.
3. El liberalismo niega el motivo formal de la
fe, esto es la autoridad de Dios que revela, admitiendo de la doctrina revelada
sólo aquellas verdades que alcanza el corto entendimiento liberal.
4. Niega el Magisterio Infalible de la Iglesia
y del Papa, y en consecuencia todas las doctrinas por ellos definidas y
enseñadas.
5. Y después de esta amplia negación general,
niega cada uno de los dogmas, parcialmente o en concreto, a medida que, según
las circunstancias, los encuentra opuestos a su limitado criterio racionalista.
Así niega la fe del Bautismo cuando admite o supone la igualdad de todos los
cultos; niega la santidad del matrimonio cuando afirma la doctrina del llamado
matrimonio civil. Niega la infalibilidad del Pontífice Romano cuando rehúsa
admitir como ley sus mandatos y enseñanzas oficiales, sujetándolos a su pase o
exequátur. Nunca con la intención sincera de asegurarse de su autenticidad,
sino para juzgar su contenido.
b. En el orden de los hechos el
liberalismo es inmoralidad radical
Lo es porque destruye el principio o regla
fundamental de toda moralidad, que es la razón eterna de Dios por sobre la
razón humana. El liberalismo canoniza el absurdo principio de la moral
independiente, que es en el fondo la moral sin ley, o lo que es lo mismo, la
moral libre—o sea una moral que no es moral—pues la idea de moral, además de su
condición directiva, encierra esencialmente la idea de enfrenamiento o
limitación. Además, el Liberalismo comprende en sí mismo a toda inmoralidad,
porque en su proceso histórico ha cometido y sancionado como lícita la
infracción de todos los mandamientos, desde el que manda el culto de un solo
Dios, hasta el que prescribe el pago de los derechos temporales a la Iglesia.
Se puede afirmar que, en el orden de las
ideas, el Liberalismo es el error absoluto, y en el orden de los hechos, es el
desorden absoluto. Y por ambos conceptos es pecado, ex genere suo, gravísimo;
es pecado mortal." [4]
El camino a seguir
Todo lo que dice el P. Sardá i Salvany es verdad y sin embargo, no
es todo, como veremos a continuación, al analizar lo que está implícito en el
certero diagnóstico espiritual del apologista español.
Se puede concluir en consecuencia que el Liberalismo es 'el
pecado'. Lo es en un sentido específico: él es 'la iniquidad', identificada en
el Nuevo Testamento como la puesta en escena de la suprema iniquidad
anticristiana y antitea, cuya semilla está oculta en la historia incubando una
manifestación virulenta. Es también signo escatológico, porque es causante de
la disolución final de la humanidad y preámbulo de la dominación del
Anticristo.
Como veremos, San Juan define 'ese pecado' como 'la iniquidad'
(gr. he anomia) la anomía. Ese pecado muy único y singular, esa anomía, aparece
en el Nuevo Testamento siempre vinculada al Anticristo y a los últimos tiempos;
al juicio final o a los antecedentes de la Parusía de Nuestro Señor Jesucristo.
Ya desde los comienzos de la Iglesia, se aplica al rechazo de Cristo y de Dios
Padre a quien el Hijo viene a revelar. Lo afirma San Juan en su primera Carta:
"Muchos anticristos han aparecido. Este
es el anticristo, el que niega al Padre y al Hijo. Todo el que niega al Hijo,
tampoco admite al Padre; quien reconoce al Hijo también admite al Padre".[5]
Este rechazo lo experimentó el mismo Jesucristo durante su vida y
lo calificó de "blasfemia contra el Espíritu Santo". [6] El mismo
rechazo lo siguieron experimentando las comunidades eclesiales apostólicas,
pues está presente y opera dentro de ellas. Tanto Juan como Pablo, iluminados
por las palabras de Jesús, interpretaron su naturaleza y anunciaron que
recrudecería en los últimos tiempos.
Un ejemplo de lenguaje inicuo
Véase, como muestra del lenguaje de la iniquidad moderna, lo que
dice David Friedrich Strauss, pastor y teólogo, árbitro ilustrado de lo que
puede ser un Cristo aceptable:
"Mientras el cristianismo sea considerado
como algo dado a la Humanidad desde afuera de ella: Cristo como alguien venido
del cielo; su Iglesia como una institución para quitar los pecados de los
hombres por medio de su sangre, se estará concibiendo el cristianismo a lo
judío y la Religión del Espíritu seguirá siendo carnal. Sólo se entenderá al
Cristianismo cuando se reconozca que en él, la Humanidad sólo se ha hecho más
consciente de sí misma de lo que hasta ahora lo había sido: que Jesús es sólo
aquel Hombre en el que por primera vez se manifestó esta conciencia más
profunda como una fuerza determinante de toda su vida y de todo su ser; y que
sólo mediante el acceso a esta nueva conciencia se quita el pecado". [7]
La rebelión contra el Padre
Las
palabras de San Juan antes citadas, nos enseñan que en último término, el
pecado, la peor iniquidad, consiste en el rechazo del Dios Padre, en la
rebelión contra un Dios Padre. Un rechazo y rebelión que se manifiesta en el
rechazo del Hijo, enviado por Dios Padre, y de aquéllos discípulos a quienes el
Hijo envía. No se quiere al Hijo porque se rechaza al Padre y se rechaza al
Padre, porque no se quiere estar sujeto al Padre por la obediencia filial.
Debemos recordar que el rechazo de la obediencia y de la sujeción
al gobierno de la vida humana por Dios es de antiguo abolengo bíblico.
Recordemos al pueblo de Israel queriéndose sustraer de la guía de Moisés [8]. O
reclamando a Samuel que les diera un rey como el de los pueblos vecinos.
Dios interpreta este pedido de un rey como un intento de
secularización de la vida política, una especie de temprano de liberalismo:
"No te han rechazado a ti, me han rechazado a mí, para que no reine sobre
ellos". [9] Efectivamente, la monarquía será la historia de las infidelidades
del pueblo elegido a su Alianza con Dios, encabezado en la apostasía por los
reyes que ellos quisieron darse como guías.
Pasando al Nuevo Testamento recordemos la parábola de los
viñadores homicidas, que matan al hijo para desposeer al dueño de la viña y
apoderarse de ella.
Recordemos algunos de los dichos de Jesús: "Quien a vosotros
recibe, a mí me recibe y quien me recibe a mí, recibe a Aquél que me ha
enviado" [10]. E inversamente: "Quien a vosotros os rechaza, a mí me
rechaza; y quien me rechaza a mí, rechaza al [Padre] que me ha enviado"
[11].
El rechazo de Dios que encontramos en los relatos del Antiguo
Testamento continúa manifestándose, según lo reporta el Nuevo Testamento, en
forma de rechazo de Dios Padre.
Las herejías de cuño liberal
El liberalismo produjo, dentro del mundo cristiano—sin excluir al
mundo católico—formas de liberalismo religioso. Este liberalismo religioso,
fustigado en su momento por el Cardenal John Henry Newman, produjo desviaciones
y herejías teológicas que implican el rechazo de Dios Padre y que padecemos aún
hoy.
Una de ellas fue el así llamado deísmo, que acepta a un Dios
creador, Supremo Arquitecto, pero que una vez construida la casa, la deja en
manos de sus habitantes y ya no mantiene con ellos ninguna relación de comunión
o cercanía. El deísmo fue un rechazo naturalista, racionalista, de Dios Trino,
Padre, Hijo y Espíritu Santo. Un rechazo del Dios de la revelación cristiana,
afirmando a un Dios creador con quien no hay comunión o comunicación posible.
El Cardenal Pie diagnosticó sagazmente que este rechazo de la
comunión con un Dios que nos invita a ella "no es, en última instancia,
sino el miedo que produce el vértigo de las alturas a que Dios nos ha
llamado" [12]. Ese miedo a la vinculación, que invadirá luego todas las
dimensiones de la vida humana, produciendo el individualismo liberal, la
dialéctica del amo y el esclavo en sustitución de la fraternidad cristiana, la
lucha de clases, y por fin la dictadura de los envidiosos que impondrá el odio
al mejor [13] y la tiranía del igualitarismo con el nombre de democracia.
Del Jesús sin Padre al Jesús contra el Padre
Otro resultado del liberalismo religioso ha sido la reducción
jesuánica de la figura de Cristo, al estilo de la propugnada por David
Friedrich Strauss, que hemos citado anteriormente. Este jesuanismo consiste en
presentar a un Jesús histórico separado del Cristo de la fe, y sin referencia
al Padre, como horizonte último del anuncio evangélico.
En el discurso teológico y pastoral que de allí surge, el Padre queda
relegado al silencio de los supuestos que solamente se explican cuando alguien
lo pide.
De ese jesuanismo contemporáneo ha dicho el Padre dominico Le
Guillou:
"Sitúa [...] a Cristo no con el Padre,
sino en lugar del Padre. De ese modo se ve diseñar vagamente una especie de
cristicismo o de jesusismo (dejando en silencio generalmente el nombre del
Padre) que trata de hacerse pasar por el verdadero cristianismo". [14]
San Pablo nos enseña: "¿Cómo
invocarán a aquél [al Padre] en quien no han creído? ¿cómo creerán en aquél [el
Padre] a quien no han oído? ¿Cómo oirán si no se les anuncia?" [15]. Lo
que no se predica no se cree. Esa es la horrenda consecuencia de dejar que el
Padre quede implícito, cayendo fuera de la conciencia del predicador y de los
creyentes.
Este hecho lo ha señalado Monseñor Paul
Josef Cordes en su obra: El Eclipse del Padre, en estos términos:
"Cuando
se pregunta a grandes teólogos contemporáneos de ambas confesiones
(protestantes y católicos) por el Padre de Jesucristo, se obtiene una
perspectiva sorprendente: los investigadores piensan más frecuentemente y más
expresamente en 'Dios' que en el 'Padre eterno'; si se hace una estadística
sobre las veces que en la relación Padre-Hijo utilizan en sus investigaciones
la palabra 'Padre', ésta queda desconsoladamente relegada".[16]
Este es el resultado de la infección liberal que contagia al
sentido común de una cultura y termina refluyendo sobre los creyentes y
afectándolos, sin excluir a los predicadores. Sucede así que, glosando a San
Pablo, podría decirse de la incapacidad del predicador liberal para anunciar al
Padre: ¿cómo predicarán si no creen?
El jesuanismo, o cristicismo pastoral, es frecuente en la
propuesta de las sectas y comunidades protestantes. Pensemos en lo que se oye
predicar en algunas carpas y audiciones radiales de predicadores protestantes,
donde todo se queda en el anuncio de Cristo tu salvador personal, sin
referencia al Padre ni a la entrada en comunión con él, como punto de llegada
de la salvación que se anuncia.
Pero el mismo mal se ha venido extendiendo y penetrando también en
el sentido común de los católicos, sacerdotes y teólogos incluidos. Los remito
a su experiencia propia como oyentes de la predicación habitual en nuestros
templos.
Personalmente, me ha llamado la atención en
el mensaje final de la Conferencia de Aparecida—nótese bien que no me refiero
al estupendo Documento Final de
la Conferencia, sino al Mensaje Final, de alguna manera provisorio, redactado
por una Comisión ad hoc—En ese Mensaje Final, a diferencia del posterior Documento, el
Padre ha quedado relegado a la región de los implícitos en toda la primera
parte, la doctrinal-kerygmática, en la que se habla de Jesús (10x) o Señor
Jesús (1x) o Jesucristo (4x). En el Mensaje se nombra al Padre solamente tres
veces. Nunca se lo nombra en la primera parte donde se presenta a Jesucristo,
sino recién después de pasado el momento doctrinal-kerygmático, en un contexto
parenético, en los números cuarto y quinto. De modo que Jesucristo es
presentado sin referencia explícita a su Padre, y predominantemente como Jesús.
El contraste con el discurso inaugural de Benedicto XVI, es
llamativo. Porque allí Benedicto XVI nos anuncia reiterada y explícitamente al
Padre como la meta del proceso evangelizador al que convoca la Conferencia de
Aparecida [17] y se refleja, efectivamente, en el Documento final.
El fenómeno que vengo describiendo, de la creciente desvinculación
de Jesús del Padre, se acentúa hasta llegar a un paroxismo por efecto de la
difusión del psicoanálisis freudiano.
El Padre Ignacio Andereggen ha escrito:
El psicoanálisis de Freud, como método y
técnicaes intrínsicamente solidario de su intento fundamental de hacer
consciente del modo más pleno la rebelión del hombre contra Dios Padre,
radicada en la estructura inconsciente de sus vicios y pasiones no restauradas
por el influjo de la gracia. Para Freud, como para Nietzsche, consiste en su
oposición consciente contra Dios y en la pretensión de ocupar su lugar". [18]
De la rebelión contra Dios-Padre a la sociedad sin padres
Anota Monseñor Paul Josef Cordes:
Freud—que conocía la analogía entre el padre
terrenal y el celestial—para terminar con el Padre celestial, tenía que
liberarse primero del terrenal". [19]
Por eso lo ataca, en el alma del analizado, mediante el
psicoanálisis.
El P. Le Guillou, en su obra antes citada,
señala el hecho de que la abolición de Dios Padre está en la base de lo que
Mons. Paul Josef Cordes ha llamado El Eclipse del Padre en
nuestra cultura, una desaparición progresiva de las figuras paternas y de la
cultura de la paternidad; una destrucción del varón paterno.
La rebelión religiosa contra Dios Padre en la civilización liberal
ha tenido consecuencias sociológicas y culturales. Ha ido exterminando al
hombre paterno, pero también al hombre filial, al hombre esponsal, al hombre
fraterno. Si la generación actual abandona a sus padres internándolos en un
hogar de ancianos es porque la generación de sus padres ya había internado a
Dios Padre relegándolo al cielo como a un hogar de ancianos; ya no convivían
con Dios, sino que iban a verlo de vez en cuando, en días y horas de visita, o
nunca.
El psicoterapeuta y sociólogo italiano Claudio Risé, en su libro
Il Padre l'assente inaccettabile (El Padre, el ausente inaceptable), dedica un
capítulo entero a describir cómo "Occidente se aleja del Padre".
Claudio Risé establece un paralelo entre el proceso de secularización iniciado
en la Revolución Francesa, en la que eclosionan semillas sembradas por la
Reforma Luterana, y la decadencia y desaparición de la figura paterna y de los
derechos del padre de familia en Occidente. [20]
Así en la tierra como en el
cielo
Que desaparezca la figura del padre en la sociedad, no tiene nada
de extraño. Porque como ha demostrado Mircea Eliade en sus estudios de Historia de las Religiones,
el hombre edifica su civilización y su cultura imitando a sus dioses:
"Al
reactualizar la historia sagrada, al imitar el comportamiento divino, el hombre
se instala y se mantiene unido a los dioses, es decir, en lo real y
significativo". [21]
"En oposición a esta actitud del hombre religioso,
el hombre moderno-irreligioso asume una nueva situación existencial: se
considera a sí mismo como único sujeto y agente de la Historia y rechaza toda
llamada a la trascendencia [...] no acepta ningún modelo de humanidad fuera de
la condición humana, tal como se la puede descubrir en las diversas situaciones
históricas. El hombre se hace a sí mismo y no llega a hacerse completamente más
que en la medida en que se desacraliza y desacraliza el mundo. Lo sacro es
[para él] el obstáculo por excelencia que se opone a su libertad. No llegará a
ser él mismo hasta el momento en que se desmitifique radicalmente. No será
verdaderamente libre hasta no haber dado muerte al último Dios". [22]
La Rebeldía religiosa del liberalismo contra Dios Padre termina
así con la disolución no solamente de la cultura paterna, sino de toda la
cultura, porque desata fuerzas de destrucción del corazón humano que aceleran y
precipitan el desencadenamiento de las amenazas apocalípticas sobre la
humanidad apartada de Dios.
Mircea Eliade afirma:
"En una perspectiva judeo-cristiana
podría decirse que la no-religión equivale a una nueva caída [original] del
hombre [...] Después de la primera caída, la religiosidad había caído al nivel
de la conciencia desgarrada; después de la segunda caída, ha caído aún más
abajo, a los subsuelos de lo inconsciente, ha sido 'olvidada'".
El hombre no-religioso es un hombre desvinculado
A esta
altura podemos entender mejor la relación que existe entre el pecado que es la
iniquidad y los demás pecados que derivan de este pecado. Al volverse los
hombres contra el Cielo, se vuelven unos contra otros en la tierra.
Dios vino a buscar al hombre que había caído por el pecado
original. Cuando el hombre caído se rehúsa a tomar la mano que se le extiende
para levantarlo, cae aún más profunda e irremediablemente.
A la luz de la profecía de Malaquías—últimas palabras del Antiguo
Testamento—nuestro tema adquiere tintes apocalípticos. Esta profecía cierra el
Antiguo Testamento anunciando la venida de Elías. El Nuevo Testamento conecta
esta vuelta de Elías con la venida del Bautista, precursora de la de Cristo:
"He aquí que yo os envío al profeta Elías
antes de que llegue el Día de Yahveh, grande y terrible. él hará volver el
corazón de los padres a los hijos, y el corazón de los hijos a los padres; no
sea que venga yo a herir la tierra de anatema".
En nuestro mundo, los hombres irreligiosos y antirreligiosos
tuvieron antepasados religiosos. Hay, junto con la rebelión contra el Dios
Padre, una rebelión contra los propios padres. El corazón de los hijos se ha
vuelto contra los padres y el corazón de los padres se ha vuelto contra los
hijos.
Cristo reconcilió todas las cosas con su sangre en la Cruz—también
a los padres con los hijos y los hijos con los padres—como sucedió en el mundo
de la cultura católica. Si tras la venida de Cristo, el hombre vuelve a
rechazar a Cristo y al Padre, como hace el liberalismo, los hombres vuelven a
enemistarse con Dios Padre y además entre sí.
Pero ya no hay posibilidad de una nueva reconciliación. Entonces,
la única perspectiva que queda, es la de una tierra herida por el anatema. Un
anatema que los hombres pudieron haber evitado pero rehusaron libremente
evitar. Un anatema que libremente eligieron, mal usando su libertad para
rechazar el bien y elegir el mal.
Kant y la liberación de la moral religiosa—Un ejemplo de
rebeldía
Me he
detenido en un recorrido de autores contemporáneos, que toman el pulso de las
dolencias de la cultura actual. Todos ellos coinciden que es en estos males que
tienen su origen la Reforma Luterana, la Revolución Francesa, la Ideología de
la Ilustración, la Revolución soviética.
De ese recorrido resulta patente que la emancipación irreligiosa
de la moral conduce irremediablemente a la disolución de los vínculos morales
entre los hombres. Estamos pues en condiciones de comprobar cómo la historia le
está dando un desmentido a la utopía kantiana que propugnaba precisamente la
secularización de la moral y su emancipación de todo anclaje divino y
religioso.
Veamos si fue acertado o no el manifiesto liberal de Kant:
"La moral, en cuanto que está fundada
sobre el concepto del hombre como un ser libre que por el hecho mismo de ser
libre se liga él mismo por su Razón a leyes incondicionadas, no necesita ni de
la idea de otro ser por encima del hombre para conocer el deber propio, ni de
otro motivo impulsor que la ley misma para observarlo [...] Así pues, la moral,
por causa de ella misma (tanto objetivamente por lo que toca al querer, como
subjetivamente por lo que toca al poder) no necesita en modo alguno de la
Religión [entiéndase la revelación cristiana] sino que se basta a sí misma en
virtud de la Razón pura Práctica". [24]
Acabamos de oír el manifiesto de la iniquidad. La voz del pecado
del cual emana todo otro pecado; de la impiedad religiosa de la que deriva toda
impiedad entre los hombres: "seréis como dioses, conocedores del bien y
del mal". [26]
La propuesta central del liberalismo es: "¿Acaso el hombre
libre necesita de la revelación cristiana; de un Dios por encima de él, Padre o
Hijo o Espíritu Santo; para vivir moralmente? No, gracias. ¿Acaso necesita ser
salvado de algo por Dios? ¡Para nada! ¡El se basta a sí mismo!"
La bestia de muchos cuernos que
decía grandes cosas
El manifiesto de Kant ha sido probado falaz por la historia
subsiguiente, pero sin embargo sigue vigente y parecería que, hoy más que
nunca, acude espontáneamente a mi imaginación la última Bestia emergente del
fondo del mar que aparece en el sueño del profeta Daniel.
Sabemos que el fondo del mar, en el lenguaje bíblico, es el lugar
donde residen las potencias enemigas de Dios. La última Bestia que surge del
mar, a diferencia de las anteriores, es una fiera que habla, dice grandes
cosas, y sobre su cabeza despuntan y se multiplican los cuernos. [27] Las
grandes cosas que proclama son las mentiras de Satanás, mentiroso desde el
principio y padre de la mentira. Y los cuernos son los múltiples poderes
políticos basados en sus mentiras.
Los intérpretes cristianos del Apocalipsis han visto
acertadamente, en esta Bestia y sus cuernos, las figuras de los poderes
políticos y de las ideologías que los sustentan: naturalismo, racionalismo,
libre pensamiento, liberalismo, socialismo, comunismo, marxismo, progresismo, secularismo,
modernidad, post-modernidad, etc.
Esta Bestia es figura de la suma de la iniquidad, del rechazo de
Cristo y de la rebelión contra Dios el Padre. Esta Bestia habla y dice grandes
cosas. Se opone a la Palabra de Dios, al Verbo hecho Hombre, con su
grandilocuencia y su verborrea, las voces de su propaganda, los discursos
erróneos de su ideología, los manifiestos de su anomía.
Si las bestias anteriores son temibles por sus fauces o sus
garras, esta bestia lo es por su elocuencia engañosa. Una sofística
convincente, opuesta a la Palabra de Dios, que, llegados al Apocalipsis de
Juan, se convertirá en un croar de ranas ensordecedor
De esta Bestia, que representa a Satanás mismo, puede
interpretarse el dicho del Señor:
"no temáis a los que matan el cuerpo [el
león el oso y el leopardo que ve Daniel] temed más bien a Aquél que puede
llevar a la perdición alma y cuerpo [la cuarta bestia que dice grandes cosas,
el Padre de la Mentira y todos sus servidores, el Príncipe de este mundo y
todos los reinos que le pertenecen]". [28]
El pecado es 'la' iniquidad
El liberalismo es, pues, una manifestación histórica del espíritu
del Anticristo que prepara, incoándolo en la historia, el reinado final del
Anticristo. Es el "Misterio de la iniquidad" [29] cuya irrupción en
los últimos tiempos profetiza San Pablo en 2 Tesalonicenses 2, 7. Pero antes de
hablar del misterio de la iniquidad paulino, volvamos a ocuparnos de la anomía analizando cuál es su esencia según la
expone la Sagrada Escritura. Y comencemos por la Primera Carta de San Juan.
Afirma el Apóstol San Juan en su primera Carta: "El pecado es
la iniquidad".[30] Nos conviene atender y tener en cuenta el contexto en
que se encuadra esta afirmación:
"Ved qué [gran] amor nos ha dado [31] el
Padre para que seamos llamados [por él] hijos de Dios, y ¡ya lo estamos siendo!
[32] Por esto el mundo no nos está reconociendo[33] [nos está ignorando] a
nosotros porque no le [re-] conoció[34] a él [lo ignoró a él]. Carísimos, desde
ahora estamos siendo hijos de Dios, aunque todavía no se ha revelado lo que
seremos. Sabemos que, cuando se revele, seremos semejantes a él, porque le
veremos tal cual es. Y todo el que tiene esta esperanza en él, se purifica [35]
a sí mismo, como él (Jesús) es puro. [36] Todo el que comete el pecado (gr. ten
hamartían) comete también la iniquidad, (gr. ten anomían) y el pecado (gr. ten
hamartían) es la iniquidad (gr. ten anomían). [37] Y sabéis que Aquél se reveló
para quitar los pecados [38] y en él no hay pecado. Todo el que permanece en
él, no anda pecando. [39] Pero todo [el que es] pecador [40] no le ha visto ni
le ha conocido. Hijitos, que nadie os engañe [41] (planáto). Quien practica la
justicia es justo, como él es justo. Quien comete el pecado ése es del Diablo,
porque el Diablo peca desde el principio. Y para esto apareció el Hijo de Dios,
para destruir las obras del Diablo. Todo el que ha nacido de Dios no peca,
porque la simiente de Dios esté en él, y no puede pecar, porque ha nacido de
Dios. En esto se reconocen los hijos de Dios y los hijos del Diablo: todo el
que no practica la justicia no es de Dios, ni tampoco el que no ama a su
hermano". (1 Juan 3, 1-10)
En este denso pasaje, Juan opone a los hijos de Dios y los hijos
del Diablo. Dos generaciones, en el sentido de dos progenies o razas humanas.
En toda la carta enseña a discernir quiénes pertenecen a la una o a la otra.
Discernimiento necesario y arduo por dos
motivos. El primero es que aún no se ha manifestado lo que serán los hijos de
Dios. El segundo es que—siendo la raza de víboras, o la generación de la
serpiente, o los hijos del Diablo—expresiones todas que representan a la
descendencia del Mentiroso desde el principio, ellos mienten con el pensamiento, la palabra y la
vida! Son hipócritas consumados que se hacen pasar por hijos de Dios. Más aún,
se arrogan el ser los verdaderos hijos de Dios y acusan y condenan a los
verdaderos. Sus mentiras son como el ensordecedor canto de las ranas del
pantano. Son el clamor del pantano.
La iniquidad o anomía
Vamos a extendernos más en la interpretación del sentido de la
'anomía' o iniquidad en las Sagradas Escrituras a través de sus textos. Porque
la comprensión de su naturaleza, revelada en las Escrituras, nos permitirá
entender lo que es 'el pecado del mundo', que vino a quitar Jesucristo. Y de
ese modo, entender cómo y por qué el liberalismo es la iniquidad, tanto en sus
formas radicales, jacobinas, anticlericales rabiosas y desenmascaradas, como en
las formas que han sido llamadas secundarias, parciales o mitigadas, pero que
son en el fondo formas hipócritas, suaves solamente en apariencia.
Tomada etimológicamente, la palabra griega anomía, [de á-nomos]
significa literalmente falta de ley, negación de ley, sin ley. Lo que la
Vulgata tradujo por iniquidad, vendría a significar la falta de ley, la
negación de la Ley. Y en este sentido, anomía sería un calificativo adecuado al
liberalismo con toda justicia y verdad, puesto que éste se desvincula de la ley
divina y de toda ley exterior al individuo, haciendo, de la voluntad de cada
individuo, ley para sí mismo. Así se lo hemos oído decir a Kant en su
manifiesto de la liberación de la moral.
Por este relativismo moral, el liberalismo redivivo ha dado lugar
en nuestros días, entre otros errores, por ejemplo, a lo que en teología moral
se conoce como "moral de situación", un pragmatismo moral.
Juan Pablo II tuvo que luchar contra el relativismo moral moderno,
engendrado por el liberalismo. Entre muchas de sus intervenciones le dedicó
una, severa y memorable, en su encíclica Veritatis Splendor, en la que defiende
la objetividad de la ley natural y del mal moral, contra el relativismo y el
subjetivismo moral. Si, como le hemos oído decir a Kant, el hombre no necesita
que venga Dios a decirle lo que es bueno, porque él tiene la ciencia del bien y
del mal...; ¿qué más se puede agregar?
Benedicto XVI no cesa de señalar, refutar y combatir sin cuartel,
el relativismo moral, que invade hoy cátedras y parlamentos, como a una de las
bestias negras del mundo actual, de cuya influencia no está libre la academia
moral católica.
Sería pues exacto decir que el liberalismo es pecado debido a
aquella iniquidad, aquella anomía, consistente en sacudirse, más o menos artera
y mañosamente, de la sujeción a toda ley, y principalmente la ley de Dios,
negando todo límite a la autodeterminación de la voluntad del individuo, o de
la sociedad. [41b]
Si lo entendemos según el pensamiento de Mircea Eliade, diríamos
que la anomía es prescindir del ejemplo divino en la configuración de la vida
humana.
Cuando San Juan afirma, que: "El pecado es la iniquidad"
su afirmación tiene un sentido específico muy particular que, sin negar la
oposición a la ley que la palabra anomía expresa generalmente en griego, la
predica en especial de la negación de Jesús, que no ha venido "a abolir la
ley sino a darle cumplimiento".
Considerando esta perspectiva cristiana, es obvio afirmar que
quien rechaza a Aquél que lleva la ley a su cumplimiento, rechaza la plenitud
de la ley. Quien ignora, desconoce o prescinde de Aquél que lleva a su
cumplimiento y perfección la ley, comete la anomía total, última y extrema.
Incurre en la máxima iniquidad, en el pecado más radical y perverso. Y por lo
tanto el más funesto y mortal para sí mismo y para la humanidad.
La anomía según San Juan consiste, pues, en el rechazo de
Jesucristo, revelador, hijo obediente que vive y pone por obra la voluntad del
Padre. Jesucristo, el Hijo, Plenitud de la Ley, que revela plenamente, mediante
su comportamiento filial, cuál es la voluntad del Padre: "porque esta es
la voluntad de mi Padre: que todo el que vea al Hijo y crea en él, tenga vida
eterna" (Juan 6, 40).
Quien no cree en el Hijo, quien lo ignora o lo desconoce, ignora y
desconoce la voluntad del Padre y comete la anomía, se rebela contra la
voluntad del Padre, excluyéndose a sí mismo de la vida eterna por negarse a
cumplir la justicia filial.
Resumiendo, para San Juan el pecado es: la anomía, la iniquidad. Y
la iniquidad es la incredulidad, la negativa a creer en Cristo. Es la negación
del Hijo y del Padre, el rechazo del único camino para ingresar en la comunión
de vida con ellos.
Negarse a creer es negarse a ingresar y a participar en el
'nosotros' divino humano. Por lo tanto es el rechazo de entrar en la comunión,
o peor aún, es la apostasía, el abandono de la comunión en la que se había
ingresado, o en la que vivieron los antepasados.
La iniquidad, es principalmente la apostasía. Que suele hacerse
visible cuando el rechazo de la comunión eclesial, la desvinculación a la
pertenencia eclesial, se pone de manifiesto públicamente como un apartarse de
los hermanos, a los que, previamente se ha enjuiciado, acusado y condenado.
En este apartarse del amor a los hermanos de la Iglesia se pone de
manifiesto que se ama más al mundo que al Padre, más a las propias pasiones y
al mundo que a Dios como Padre.
Anomía y escatología
La palabra anomía, se usa en el Nuevo Testamento en contexto
predominantemente escatológico, es decir, relativo al Juicio, a la Parusía, al
futuro eclesial y al fin de los tiempos. No tiene, por lo tanto un sentido
predominantemente moral, sino religioso, relativo a la salvación o la
condenación de los hombres.
En el Sermón de la Montaña, oímos a Jesús
decir, refiriéndose al juicio futuro en el que él será el Juez: "Muchos me
dirán en aquél día, Señor, Señor ¿Acaso no profetizamos en tu nombre, y en tu
nombre lanzamos demonios, y en tu nombre obramos muchos prodigios? Y entonces
les declararé públicamente: Nunca jamás os conocí, apartaos de mí [42] los que
obráis la iniquidad [ten anomían]". [43]
La iniquidad, que será desenmascarada en el Juicio, habrá podido
ser perpetrada en la historia mediante la invocación del nombre de Cristo y
obrando, mediante esa invocación, signos prodigiosos, profecías y expulsión de
demonios que parecerían acreditar a los que los obran como verdaderos
cristianos. ¿Cómo entenderlo?
Jesús nos pone en guardia, en sus instrucciones sobre el futuro:
"Mirad que nadie os extravíe, diciendo
'Yo soy el Mesías' porque muchos vendrán en mi nombre diciendo, 'Yo soy el
Mesías', y extraviarán a muchos" [...] "Entonces, si alguno os
dijere: 'Mirad, aquí está el Mesías' o 'allí', no lo creáis, porque se
levantarán falsos Mesías y falsos profetas y exhibirán grandes señales y
grandes portentos, hasta el punto de ser seducidos, si posible fuera, aún los
elegidos. Mirad que os lo tengo predicho". [44]
Son estos impostores los que se presentarán ante el Juez, diciendo
"Señor, Señor, hemos hecho milagros en tu nombre". Jesús los
rechazará por haber sido obradores de la iniquidad diciendo: "apartaos de
mí, no os conozco, obradores de la iniquidad".
Se presentan y obran invocando el nombre de Jesús, pero haciendo
hipócritamente su propia voluntad y no la del Padre. Anuncian una salvación
mesiánica e intentan ponerla por obra. Pensemos, por ejemplo, en ciertas así
llamadas 'teologías de la liberación' que se presentaron en el nombre de un
Cristo liberador pero postulando la lucha de clases. No promovían la libertad
de los hijos de Dios anunciada por Jesucristo, la filialización y la amorosa
sujeción de la propia vida a la voluntad del Padre. Estos y otros pseudomesías,
erigen la voluntad humana en norma de interpretación de las palabras de
Jesucristo, mientras instrumentalizan hipócritamente su figura.
Anomía y escándalo
Pero continuemos con nuestra lectura de los pasajes de la Sagrada
Escritura que nos enseñan lo que es la anomía. En la parábola del trigo y la
cizaña, que nos remite a los últimos tiempos, leemos:
"Así, pues, como se recoge la cizaña y se
echa al fuego para que arda, así será en la consumación del mundo. Enviará el
Hijo del Hombre a sus ángeles, los cuales recogerán de su reino todos los
escándalos y todos los que obran la iniquidad (la anomía) y los arrojarán al
horno del fuego, y allí habrá llanto y el rechinar de dientes". [45]
Este texto exige algunas observaciones:
Primera—Aquí 'los que obran la iniquidad' se presentan, nótese
bien, como internos al Reino: 'los ángeles recogerán de su Reino...;'. Es algo
que sucede dentro del Reino y en nombre de Jesús, con conocimiento de su
enseñanza e invocándola, tergiversada según ajenas conveniencias, pero no
haciendo lo que Jesús enseña: 'escuchan mis palabras—y quizás hasta las enseñen
en mi nombre—pero no las practican'.
Segunda—Los que obran la 'iniquidad' la obran, en este contexto,
dando escándalo, es decir, motivo de tropiezo y de caída a los creyentes en su
fe. Hay que notar aquí el sentido técnico y salvífico de la palabra escándalo,
que nosotros, actualmente, entendemos más bien en sentido moral, de
"pecados escandalosos". Escándalo, tiene en boca de Jesús, el sentido
de hacer tropezar a alguien en el seguimiento, de hacer tropezar al discípulo
en el camino al Padre, que es Jesucristo, el camino.
¿Cómo se relacionan la iniquidad con el escándalo? Escándalo aquí
en paralelo con iniquidad, supone, en este contexto, que el inicuo, por el solo
hecho de serlo, induce a muchos creyentes a la iniquidad.
La iniquidad es contagiosa, y por eso dañosa para la fe de los
creyentes. Y aun más cuando ella se ha convertido en un ambiente, en una
civilización, en una cultura que penetra por contagio y por ósmosis, como por
una insensible colonización cultural, en el corazón de los creyentes, en su
sentido común, en sus modos de ver la vida y las cosas. De tal manera que,
ellos también, se hacen cristianos hipócritas, seres cripto-inicuos, que
habiendo comenzado por escuchar las palabras de Cristo, terminaron por no practicarlas,
o terminaron practicando una reinterpretación de ellas, que es lo mismo.
Víctimas, más o menos culpables, de la reinterpretación a la que los inicuos
han sometido la doctrina de Jesús para evacuarla.
Esta definición de iniquidad ¿no se aplicaría perfectamente a una
pedagogía, pretendidamente cristiana, que se limitara a enseñar valores, pero
se desentendiera de su realización y concreción práctica en el ejercicio de las
virtudes, empezando por las teologales y siguiendo por las cardinales?
Presenciamos hoy la fácil sustitución de Jesucristo por valores.
Ya ni siquiera por virtudes. La sustitución del anuncio evangélico explícito y
fiel, por un sucedáneo elástico de 'values light and stretch'. Un procedimiento
escalofriante porque evoca la operación de cambio por treinta valores con la
que Judas traicionó a su Maestro. La sustitución del anuncio del Evangelio por
el anuncio de valores, aún pretendidamente evangélicos, ¿no es algo así como
una traición? Ciertamente esta definición se aplica al programa de la
heterointerpretación del lenguaje creyente que proponía Gramsci que ha sido
piedra de tropiezo para tantos creyentes.
Católicos liberales
La parábola de la cizaña puede ayudarnos a tomar posición frente
al fenómeno del liberalismo religioso.
Es bastante obvio que el liberalismo—y más aun su versión
religiosa—ha escandalizado a muchos. Es decir, ha hecho tropezar a muchos
cristianos. Ha inducido a confusión. Ha sido causa de extravío para muchos
católicos, sin excluir clérigos ni obispos, desviándolos por los caminos del
catolicismo liberal. Y que esto ha sucedido especialmente con los cristianos
más sensibles a los halagos del mundo y más temerosos de sus condenaciones o
persecuciones.
El Padre Félix Sardá i Salvany, observa cómo la iniquidad liberal
instalada en la mente de sacerdotes y obispos se convierte en motivo de
escándalo, es decir de tropiezo, de los fieles que, por ese motivo, terminan
por encontrar aceptables las opiniones liberales.
A los fieles que se espantan de que algo así pueda suceder, les
dice:
"Sí, amigo lector, sí, puede haber
también, por desdicha, ministros de la Iglesia liberales, y los hay de esta
secta fieros, y los hay mansos, y los hay únicamente resabiados. Exactamente
como entre los seglares. No está exento el ministro de Dios de pagar tributo a
las humanas flaquezas [...] ¿Y qué tiene esto de particular, cuando no ha
habido apenas herejía alguna en la Iglesia de Dios, que no haya sido elevada o
propagada por algún clérigo?". [46]
A aquellos hombres de Iglesia que han sucumbido al contagio
liberal le son aplicables las palabras de Jesús: "vosotros por de fuera
parecéis justos a los hombres, mas de dentro estáis repletos de hipocresía y de
anomía". [47]
La gravedad de la hipocresía, lo que la convierte en anomía, en
iniquidad, es precisamente el impedir a los hombres entrar por el camino filial
y llegar al Padre: "¡Ay de vosotros, porque cerráis [el acceso] al Reino
de los cielos delante de los hombres, y ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a
los que están por entrar!" (Mateo 23, 13).
Puesto que el Reino de los cielos no es otra cosa que la condición
filial por la que se accede a la comunión con el Padre en calidad de hijos, la
hipocresía es iniquidad, porque aparta de la fe en Cristo y por lo tanto del
ingreso a la comunión con el gran 'Nosotros' divino-humano. Y la iniquidad es
escándalo, porque nos hace tropezar y caer mientras vamos en camino al Padre,
que es el seguimiento de Cristo.
A esos adalides de la oposición a él, en todos los tiempos,
Jesucristo los llama hijos de Satanás, raza de víboras, generación perversa.
"Serpientes, raza de víboras, ¿cómo vais a escapar al juicio del
Gehenna?". [48]
Volvemos a encontrarnos aquí con la misma oposición que vimos
antes en el texto de la primera Carta de San Juan, entre los hijos de Dios,
puros como el Cordero, y los hijos de Satanás opuestos al Hijo y autores de la
anomía, que es 'el pecado'.
La Iniquidad según San Pablo
La enseñanza de San Pablo sobre la iniquidad prolonga la doctrina
que se desprende de los textos de San Mateo y de San Juan. El pasaje más
significativo que contiene esa enseñanza dice:
Por lo que respecta a la Venida de nuestro
Señor Jesucristo y a nuestra reunión con él, os rogamos, hermanos, que no os
dejéis alterar tan fácilmente en vuestro ánimo, ni os alarméis por alguna
manifestación del Espíritu, por algunas palabras o por alguna carta presentada
como nuestra, que os haga suponer que está inminente el Día del Señor. Que
nadie os engañe de ninguna manera. Primero tiene que venir la apostasía y
manifestarse el Hombre del pecado [anthrôpos tês hamartías], el Hijo de
perdición [ho huios tês apôléias], el Adversario [ho antikéimenos] el que se
levanta [ho huperairómenos] sobre todo lo que lleva el nombre de Dios o es
objeto de culto [la religión], hasta el extremo de sentarse él mismo en el
Santuario de Dios y proclamar que él mismo es Dios. ¿No os acordáis que ya os
dije esto cuando estuve entre vosotros? Vosotros sabéis qué es lo que ahora le
retiene, para que se manifieste en su momento oportuno. Porque el misterio de
la iniquidad [mysteríon tês anomías] ya está operando [êdê energéitai]. Tan
sólo con que sea quitado de en medio el que ahora le retiene, entonces se
manifestará el Impío [ho ánomos], a quien el Señor destruirá con el soplo de su
boca, y aniquilará con la Manifestación de su Venida. La venida del Impío
estará señalada por el influjo de Satanás, con toda clase de milagros, señales,
prodigios engañosos, y todo tipo de seducción de injusticia [apaté adikêas] en
daño de los que se han de condenar por no haber aceptado el amor de la verdad
que les hubiera salvado. Por eso Dios les envía un poder seductor que les hace
creer en la mentira, para que sean condenados todos cuantos no creyeron en la
verdad y prefirieron la injusticia [té adikêa]. Nosotros, en cambio, debemos
dar gracias en todo tiempo a Dios por vosotros, hermanos, amados del Señor,
porque Dios os ha escogido desde el principio para la salvación mediante la
acción santificadora del Espíritu y la fe en la verdad". [49]
El Misterio de la Iniquidad—Mysterion Tês Anomías
Estamos ya en plena predicción escatológica, en plena doctrina
apocalíptica. Y por eso podemos vincular al liberalismo con aquella iniquidad
escatológica que, invocando los misterios cristianos se opone a ellos y sin
embargo los parasita, obrando prodigios en su nombre. Prodigios de eficacia,
por ejemplo, que se atribuyen a sí mismos para recomendarse, aumentar su
prestigio y engañar a los elegidos con su hipocresía.
El fraude y doblez de la
modernidad
Romano
Guardini ha sabido describir la perplejidad del cristiano frente a la Edad
Moderna en estos términos que muestran sus rasgos comunes con el misterio de la
iniquidad:
"El recuerdo [que tuvo el cristiano] de
la rebelión de la Edad Moderna contra Dios fue demasiado vivo; su forma de
poner todas las esferas de la actividad cultural en contradicción con la fe y a
ésta misma en una situación de inferioridad, fue excesivamente sospechosa.
Además, se produjo aquello que hemos llamado el fraude [la hipocresía] de la
Edad Moderna, aquella doblez, que consistió en negar de una parte la doctrina y
el orden cristiano de la vida, mientras reivindicaba de la otra para sí la
paternidad de los resultados humano-culturales de ese orden y de esa doctrina.
Esto hizo que el cristiano se sintiera inseguro en sus relaciones con la Edad
Moderna: por todas partes encontraba en ellas ideas y valores cuyo abolengo
cristiano era manifiesto, pero que, sin embargo, eran presentados como pertenecientes
al patrimonio común. En todas partes tropezaba con elementos del patrimonio
cristiano, que, sin embargo se volvían contra él".[50]
Es un hecho digno de ser reflexionado ulteriormente. A mí se me
ocurre repensarlo a la luz de las observaciones de Mircea Eliade. Si repensamos
la situación del cristiano en un medio liberal, y donde también existe un
liberalismo religioso ¿qué le sucede a ese cristiano cuando vive en un mundo
que él no puede configurar religiosamente de acuerdo a sus arquetipos divinos, sino
que le es impuesto construido por otros según las configuraciones anárquicas
del hombre irreligioso? ¿No se sentirá tentado de conciliar lo inconciliable,
la configuración del mundo irreligioso con los arquetipos religiosos de su fe?
¿No ingresará así en un estado de confusión? ¿No podrá escindirse en él la fe
religiosa por un lado y un sentido común liberal o secularizado por el otro?
Es un asunto para pensar. Con esto arribamos finalmente al
pensamiento del Padre Leonardo Castellani.
Las enseñanzas del P. Leonardo
Castellani
Entre
nosotros, pocos han disertado, con la profusión y la profundad del Padre
Leonardo Castellani, sobre el misterio de la iniquidad en el contexto
apocalíptico del Anticristo y también sobre el liberalismo como fenómeno
apocalíptico relacionado con el misterio de la iniquidad.
Voy a recordar aquí—en forma un poco extensa—algunos pasajes de
Castellani, que me parece sirven de repaso y confirmación de lo dicho, por
expresar una visión coincidente con lo que he venido exponiendo. Espero también
que sus dichos amenicen esta larga exposición.
"El Misterio de la iniquidad es el odio a
Dios y la adoración idolátrica del Hombre".[51]
Aunque en este lugar el Padre Castellani no establezca la ecuación
con el liberalismo, ella es evidente. También el liberalismo se define
adecuadamente como 'negación de Dios y endiosamiento del hombre'. Oigamos pues
lo que nos dice el Padre Castellani sobre el Misterio de iniquidad comentando
otras figuras del Apocalipsis conectadas con este misterio:
"Las dos Bestias son [la primera:] el
poder político y [la segunda] el instinto religioso del hombre vueltos contra
Dios y dominados por el Pseudo-Cristo y el Pseudo-profeta. [...]
"La Gran Ramera es la religión
descompuesta y entregada a los poderes temporales".
"La adoración del hombre con el odio a
Dios ha existido siempre [...] él tiende a corporizarse en cuerpo político y
aplastar a los santos. él fue quien condenó a Sócrates, persiguió a los
profetas, crucificó a Jesús, y después multiplicó los mártires; y él será quien
destruya la Iglesia, cuando, retirado el Obstáculo que lo retiene, se encarne
en un hombre de satánica grandeza, plebeyo genial y perverso, quizás de raza
judía, de intelecto sobrehumano, de maldad absoluta, a quien Satán prestará su
poder y su acumulada furia". [52]
El Padre Castellani prevé que este desborde de la iniquidad, como
siempre, afectará mortalmente al catolicismo:
"la estructura temporal de la Iglesia
existente será presa del Anticristo, fornicará con los reyes de la tierra—al
menos una parte ostensible de ella, como pasó ya en la historia—y la
abominación de la desolación entrará en el lugar santo". [53]
En otros pasajes de sus comentarios sobre el Apocalipsis, el P.
Castellani vincula explícitamente con el liberalismo a una de las tres ranas
del Apocalipsis de San Juan. Las tres ranas aparecen en escena luego del
derramamiento de la sexta de "las siete copas del furor de Dios" que
los siete ángeles enviados derraman sobre la tierra. [54]
Es bueno recordar que las ranas, (hbr. tsefardím) son la segunda
plaga con que el Señor castiga al Faraón [55] Aunque aquí parecen ser tres
ranas solitarias, podría pensarse que convocan a los reyes de la tierra para
acaudillar una invasión de ranas que llenan el país como las del éxodo que se
metían hasta en los hornos y en las casas. Una invasión que se mete por todos
lados.
Las tres ranas salen, respectivamente, 1) de la boca de la
Serpiente, 2) de la boca de la primera Bestia, que es el poder político, y 3)
de la boca del falso profeta que algunos identifican con la segunda bestia.
Estas tres ranas son: "tres espíritus de demonios que realizan señales
prodigiosas, y van donde los reyes de todo el mundo para convocarlos a la gran
batalla [contra Dios]". [56]
Observa pintorescamente Castellani que las ranas:
"han hecho sudar el quilo y romperse el
mate (la cabeza) a los intérpretes; los santos Padres, casi todos, han visto en
ellas 'herejías', las últimas y 'novísimas'. Son el liberalismo, el comunismo y
el [...] modernismo". [57]
Idéntica interpretación da Castellani por boca de Don Benjamín
Benavides:
"Las tres ranas son el liberalismo, el
comunismo y el modernismo, tres herejías vocingleras, saltarinas, pantanosas y
tartamudas [...] surgen de la plaga sexta y según dice el profeta son tres
espíritus impuros [opuestos al Espíritu Santo] y capaces de hacer prodigios
para congregar a los [ocho] reyes de toda la tierra a la última batalla contra
Dios."
"El texto no dice 'tres demonios' ni tampoco es congruente
con el salir dos de ellos de boca de dos hombres: el texto dice 'espíritus'
[impuros] palabra que, en todas las lenguas designa también un movimiento, una
ideología, una teología. [...] se parecen a ranas, animal viscoso y lascivo,
oculto y fangoso, vocinglero y aburridor, que repite sin cesar su croar
monótono:
"Cuá, cuá, cuá, cantaba la rana
Cuá, cuá, cuá, debajo del río
La democracia, cuá, cuá,
Justicia social, cuá, cuá,
Y la Humanidad, cuá, cuá,
Canta el diabólico trío".
La democracia, cuá, cuá,
Justicia social, cuá, cuá,
Y la Humanidad, cuá, cuá,
Canta el diabólico trío".
Continúo citando a Castellani:
"Esta herejía política difusa hoy en todo
el mundo, que aún no tiene nombre y cuando lo tenga no será el propio suyo, que
Newman en el siglo pasado llamó 'liberalismo religioso' (y por cierto vio en
ella, como yo ahora, presagios del Anticristo); que San Pío X llamó
'modernismo' y Belloc 'aloguismo', es el viejo naturalismo religioso que
remonta a Rousseau y los Enciclopedistas; y en su raíz, si se quiere, al
presbítero belga Baius (Michel Bay) ...; la cual es, en su fondo, la idolatría
del Hombre y de la Humanidad, el peor error posible, atribuido por San Pablo al
ánomos.
"Mucho he escrito sobre ella, me resumiré
aquí. Consiste en una adulteración sutil del cristianismo, al cual vacía de su
contenido sobrenatural dejando la huera corteza, la cual rellena de inmediato
'el espíritu que ama los sitios sucios y los lugares vacantes' con el antiguo
'Seréis como dioses'.
"Josef Pieper observó con justeza que el
dicho 'la Religión es cosa privada y al Estado no le interesa', lema del
liberalismo, comporta nombrar Dios al Estado, poniéndolo por encima del
Dios...; privado. Es la estatolatría, tan vieja como el mundo, o por lo menos,
como los Césares romanos, proclamada ahora abiertamente por Hegel: la adoración
de la 'Nación', creación del hombre, 'la más alta obra del intelecto práctico'
dice Santo Tomás; el cual añade, refiriéndose al antiguo culto de los Césares,
que si el hombre deja de adorar a Dios, cae a adorar al Estado—a su nación, a
su raza, a su Ciencia, a su Estética, a su poder bélico, a la Libertad, a la
Constitución—y a la Diosa Razón; a cuyas tres últimas deidades tributó culto la
Revolución Francesa; aunque era Robespierre, en el fondo, que estaba allí
detrás de las prostitutas enjaezadas de seda y oro sacerdotales, a quien subía
el humo del incienso". [59]
Don Benjamín Benavides ofrece más detalles sobre la relación entre
las tres ranas:
"El liberalismo, en pugna con su hijo el
comunismo, son el espíritu batracio que salió de la boca de la Bestia, y el
otro que salió de la boca del Dragón [...] El modernismo coaligará a los dos
[...] el modernismo es el fondo común de las dos herejías contrarias, que algún
día—que ya vemos venir—las englobará por obra del Pseudoprofeta". [60]
"[El modernismo] no se puede definir brevemente. [...] Esa
herejía no es más que el núcleo explícito y pedantesco de un impalpable y
omnipresente espíritu que permea el mundo de hoy. Su origen histórico fue el
filosofismo del siglo XVIII, en el cual, con certero ojo, el Padre Lacunza vio
la herejía del Anticristo, la última herejía, la más radical y perfecta de
todas. Desde entonces acá ha revestido diversas formas, pero el fondo es el
mismo, dice siempre lo mismo: 'Cuá, cuá, cantaba la rana, cuá, cuá, debajo del
río" [...] ¡Cualquiera interpreta lo que dice una rana!—rió Don Benya—es
más un ruido que una palabra. Pero es un ruido mágico, arrebatador, demoníaco,
lleno de signos y prodigios...; Atrae, aduerme, entontece, emborracha, exalta
[...] pero así, aproximadamente y a bulto.
"El cuá, cuá, del liberalismo es 'libertad, libertad,
libertad'; el cuá, cuá, del comunismo es: 'justicia social', el cuá, cuá, del
modernismo, de donde nacieron los otros y los reunirá un día, podríamos
asignarle éste: 'Paraíso en la tierra'; 'Dios es el Hombre'; 'el hombre es
Dios'" [...] "y la Democracia es el coro de las tres ranas juntas:
democracia política, democracia social, y democracia religiosa".
[...] "Estas son las tres últimas herejías, porque no se
puede ir más allá en materia de falsificación del cristianismo. Son
literalmente los pseudo-cristos que predijo el Salvador. En el fondo de ellos
late la 'abominación de la desolación'; [que consiste] en la adoración del
hombre en lugar de Dios, y eso bajo formas cristianas y aún manteniendo tal vez
el armazón exterior de la Iglesia". [61]
Después de este recorrido por los escritos del P. Castellani,
podemos concluir que el liberalismo no solamente es 'el' pecado, sino que es un
"Espíritu impuro," es decir, opuesto al Espíritu Santo que proviene
del Padre por el Hijo.
El Padre Castellani terminó su conferencia sobre "Esencia del
Liberalismo" [62] tomando, de una carta de Juan Manuel de Rosas, una cita
que Castellani presenta como 'la definición argentina de hombre libre'.
"El hombre verdaderamente 'libre' es
aquél que, exento de temores infundados y deseos innecesarios, en cualquier
país y cualquier condición en que se halle, está 'sujeto' a los mandatos de
Dios, al dictado de su conciencia y a los dictámenes de la sana razón...".
Y en esa misma conferencia, Castellani anima a la juventud
presente diciéndoles que:
"ni ustedes ni yo podemos vencer de
golpe" a los liberales, hay una manera de vencerlo a la larga: "Dar
testimonio" como lo dieron los grandes católicos que se midieron
intelectualmente con él. [63]
Conclusión
He
intentado mostrar cómo y en qué sentido es posible decir que el liberalismo es
'el' pecado, la iniquidad suprema, el pecado contra el Espíritu Santo y es por
lo tanto, en su esencia, la rebelión contra el Padre, que le grita el "non
serviam", no te serviré, no quiero obedecerte, porque no quiero ser hijo
tuyo. No te reconozco como Padre. No te reconozco ningún derecho sobre mí. No
quiero recibir mi ser de ti. Quiero ser yo mismo mi principio y mi fin. ¡Yo soy
dios!
Ante esta terrible blasfemia de nuestro tiempo, como decía el
Padre Castellani, no tenemos nada que oponer sino nuestro testimonio de querer
ser hijos, de empeñarnos en vivir como hijos y de reconocer a Dios como nuestro
Padre. Por eso los invito a orar esta Oración al Padre, diciendo conmigo:
Padre, engéndranos, en esta hora, y en cada
hora; en este día, y en cada día. Queremos recibir el ser de Ti siempre y en
cada momento aquí sobre la tierra; y en el cielo eternamente, para que podamos
glorificarte como Tú lo mereces. Danos el ser, el ver, el oír, el pensar, el
entender, el querer tu voluntad, el recordar tu caridad, el quererte sobre
todas las cosas. Oh Tú Padre, fuente de caridad, de donde venimos y hacia donde
vamos. Gozo nuestro y paz nuestra. Felicidad nuestra. Te adoramos, te alabamos,
te bendecimos. No tenemos felicidad fuera de Ti. Darte gloria es la
bienaventuranza de tus hijos. No nos dejes caer en la tentación en esta
civilización de la acedia en la que nos has colocado, que se entristece por
nuestras alegrías. Líbranos del Malo. Que nada pueda su tristeza contra el gozo
de tus hijos. Para que nada empañe tu gloria y la que le diste a tu Hijo
Jesucristo. Amén.
Y llenos de alegría por ser hijos de Dios, oremos juntos cantando
el Padre Nuestro, que Jesús nos enseñó.
Editado para la Red por Carlos
Caso-Rosendi
El
original de este estudio del P. Horacio Bojorge existe impreso y puede
obtenerse en Argentina con el título El Liberalismo es la Iniquidad. La Rebelión contra el Padre,
publicado por Ediciones del Alcázar, Buenos Aires, 2008. El texto que presenta
aquí Primera Luz—en forma exclusiva en la Red—ha sido revisado y autorizado por
el autor.
Referencias
[1] Este escrito está basado en notas de la charla dada en la
Conferencia del XI Encuentro de Formación Católica de Buenos Aires, organizado
por el Círculo de Formación San Bernardo de Claraval, Setiembre 2008. Escrito
original editado por Carlos Caso-Rosendi, Noviembre de 2008.
[2] Sabiduría 2, 24.
[3] 2 Tesalonicences 2,7.
[4] Félix Sardá i Salvany, El liberalismo es pecado,
Ed. Cruz y Fierro, Bs. As. 1977, (Col. Clásicos Contrarrevolucionarios 2) Cita
en p. 32-34.
[5] 1 Juan 2, 18c. 22b-23.
[6] Marcos 3, 29 y paralelos.
[7] David
Friedrich Strauss, Das Leben Jesu, für das deutsche Volk bearbeitet,
Leipzig 1864, p. XVIII.
[8] Exodo 32, 1: "Anda-le dijeron a Arón-haznos un Dios que
vaya delante de nosotros, ya que no sabemos qué ha sido de Moisés, el hombre
que nos sacó de la tierra de Egipto".
[9] 1 Samuel 8, 7; Cfr. Lucas 19, 14 "no queremos que éste
reine sobre nosotros".
[10] Mateo 10, 40.
[11] Lucas 10, 16.
[12] Alfredo Sáenz, El Cardenal Pie. Lucidez y
Coraje al Servicio de la Verdad. Ed. Gladius, Bs. As. 2 ed. 2007, p.
276.
[13] Véase el estudio de Helmut Schoeck, La Envidia. Una Teoría de la
Sociedad. Ed. Club de Lectores, Buenos Aires 1969.
[14] M. J. Le Guillou, O.P. El Misterio del Padre. Fe de
los Apóstoles. Gnosis Actuales. Ed. Encuentro, Madrid 1998, p. 196.
[15] Romanos 10, 14.
[16] Mons. Paul Josef Cordes, El Eclipse del Padre,
Ed. Palabra, Madrid 2003, 1967, cita en p. 167.
[17] En el discurso de Benedicto está clarísima la referencia de
Jesucristo al Padre, del cual es el revelador. El discurso expresa claramente
esta relación de Jesús al Padre en tres pasajes principales. 1ra. Cuando señala
lo que Aparecida debe hacer en la nueva situación del continente: " una
situación nueva que será analizada aquí, en Aparecida. Ante la nueva encrucijada,
los fieles esperan de esta V Conferencia una renovación y revitalización de su
fe en Cristo, nuestro único Maestro y Salvador, que nos ha revelado la
experiencia única del amor infinito de Dios Padre a los hombres". 2da.
Cuando señala a Cristo como el revelador de Dios: " Para el cristiano el
núcleo de la respuesta es simple: Sólo Dios conoce a Dios, sólo su Hijo que es
Dios de Dios, Dios verdadero, lo conoce. Y él, 'que está en el seno del Padre,
lo ha contado'". 3ra. Cuando señala el carisma y misión de los religiosos
religiosas y consagrados: "recordad a vuestros hermanos y hermanas que el
reino de Dios ya ha llegado; que la justicia y la verdad son posibles si nos
abrimos a la presencia amorosa de Dios nuestro Padre, de Cristo nuestro hermano
y Señor, y del Espíritu Santo nuestro Consolador".
[18] Ignacio Andereggen: Santo Tomás de Aquino ,
Psicólogo Sapientia,
205 (1999) 59-68. El R.P. Andereggen refiere estas afirmaciones de S. Freud a
esta cita: Sigmund Freud, Totem y Tabú, Buenos Aires 1993, 155-156.
[19] Mons. Paul Josef Cordes, El Eclipse del Padre,
p. 179.
[20] Claudio Risé, Il Padre, l'assente
inaccettabile, San Paolo, 2003, 7 ed. Págs. 49-70.
[21] Mircea Eliade, Lo Sagrado y lo profano,
Ed. Guadarrama, Madrid 1967, p. 196.
[22] Mircea Eliade, O.c. p. 197.
[23] Mircea Eliade, O.c. p. 207.
[24] Malaquías 3, 23-24; Mateo 17, 10-13; Lc 1, 17.
[25] Immanuel Kant, La Religión dentro de los
límites de la razón, Comienzo del Prólogo a la 1ra. Edición 1793.
Cito según la versión de Felipe Martínez Marzoa, Alianza Editorial, Madrid
1969, p. 19.
("Die Moral, so fern sie auf dem
Begriffe des Menschen als eines freien, eben darum aber auch sich selbst durch
seine Vernunft an unbedingte Gesetze bindenden Wesens gegründet ist, bedarf
weder der Idee eines andern Wesens über ihm, um seine Pflicht zu erkennen, noch
einer andern Triebfeder als des Gesetzes selbst, um sie zu beobachten. [...] Sie bedarf also zum Behuf ihrer selbst (sowohl
objectiv, was das Wollen, als subjectiv, was das Können betrifft) keinesweges
der Religion, sondern Vermöge der reinen praktischen Vernunft ist sie sich
selbst genug." En: Die Religion innerhalb der Grenzen der blossen Vernunft. Vorrede
zur ersten Auflage.; [Kant's gesammelte Schriften, Hsgben. von der
Königlich Preussischen Akademie der Wissenschaften Band VI, Seite 1].
[26] Génesis 3, 5.
[27] Daniel 7, 7-8.
[28] Cfr. Mateo 10, 28.
[29] En toda esta sección me valgo del
estudio del P. Ignace de la Potterie S.J. El pecado es la iniquidad, en el volumen que recoge
varios estudios suyos: La Vida según el Espíritu, Ed. Sígueme, Salamanca 1967,
págs. 69-86). Original francés: La Vie selon l'Esprit, Ed. Du Cerf, Paris 1965.
[30] 1 Juan 3, 4.
[31] Dédoken, dado, entregado.
[32] Esmén: somos. El presente griego tiene un sentido durativo:
lo estamos siendo...
[33] Ginôskei hemás: "Por eso el mundo nos ignora a nosotros:
porque lo ignoró a él".
[34] Egnô autón (Egnô es la abuelita de nuestro igno-rar, que
implica el desconocer intransitivo y/o transitivo.
[35] Agnízei: purifica.
[36] Agnós: puro; cf. agnus: cordero.
[37] Pás ho poiôn tên hamartían kai tén anomían poiéi, kai hê
amartía estin he anomía.
[38] tas hamartías.
[39] Hamartánei: presente al que le atribuyo un sentido durativo.
[40] Pas ho amartanôn: todo pecador, participio.
[41] Planato: engañe, extravíe, os haga errar. " El extravío,
la planê—hace notar el P. Ignace de la Potterie—es uno de los rasgos
característicos de las tinieblas en el dualismo escatológico [Luz-tinieblas En
las tinieblas se extravía el camino, con la luz se lo ve]. Se recordará que ya
en Mateo las nociones de iniquidad y de extravío se hallaban juntas más de una
vez a propósito de los falsos profetas" (Oc. p. 81).
[41b] Esta parte del trabajo del P. Bojorje trae a la mente la
rebelión de las naciones profetizada en el Salmo 2, contra el Padre y el
Mesías, que precede al triunfo del Reino de Dios en la tierra. [Nota del
Editor]
[42] Cita del Salmo 6,9: " apartáos de mí los malvados,
porque el Señor ha escuchado mis sollozos" que se carga en boca de Jesús
de una interpretación escatológica a la al ponerla en referencia a la anomía
puesta de manifiesto en la Pasión y que se pondrá de manifiesto con el
advenimiento del Anticristo.
[43] Ergazoménoi ten anomían; Mateo 7, 22-23.
[44] Mateo 24, 5, 23-25.
[45] tous poiountas ten anomían; Mateo 13, 40-42.
[46] Félix Sardá i Salvany, El lLiberalismo es Pecado, p. 129.
[47] Mateo 23, 28.
[48] Mateo 23, 33.
[49] 2 Tesalonicenses, 2, 1-13.
[50] Romano Guardini, El Ocaso de la Edad Moderna,
Ed. Guadarrama Madrid, 1958, p. 143.
[51] Seguimos aquí la página del P. Leonardo
Castellani, publicada en Cristo: ¿Vuelve o no vuelve?Ed. Vórtice, Bs. As. 2004;
citas en pp. 26.
[52] P. Leonardo Castellani, Cristo: ¿Vuelve o no vuelve? Págs. 26-27.
[53] P. Leonardo Castellani, Cristo: ¿Vuelve o no vuelve? Pág. 27.
[54] Apocalipsis 16, 12 ss.
[55] Éxodo 7, 26-29: "Yahvé dijo a Moisés: «Preséntate al
faraón y dile: Así dice Yahvé: `Deja salir a mi pueblo para que me dé culto.'
Si te niegas a dejarlo salir, infestaré de ranas todo tu país. El Río bullirá
de ranas; saltarán y entrarán en tu casa, en tu dormitorio y en tu lecho, en
las casas de tus servidores y en tu pueblo, en tus hornos y en tus artesas. Las
ranas saltarán sobre ti, sobre tu pueblo, y sobre tus siervos. Éxodo 8,1-2 Yahvé dijo a Moisés: «Di a Aarón: Extiende tu mano con tu cayado
sobre los canales, sobre los ríos y sobre las lagunas, y haz saltar las ranas
por todo el país de Egipto." Aarón extendió su mano sobre las aguas de
Egipto; saltaron las ranas y cubrieron el país de Egipto".
[56] Apocalipsis 16, 14
[57] P. Leonardo Castellani, El Apokalypsis, Ed.
Jus, Bs. As. 1963, Cita en p. 228
[58] P. Leonardo Castellani Los Papeles de Benjamín
Benavides, Ediciones Dictio, Bs. As. 3 Ed. 1978, p. 43
[59] P. Leonardo Castellani, El Apokalypsis, Ed.
Jus, Bs. As. 1963, Citas en pp. 228-230
[60] P. Leonardo Castellani Los Papeles de Benjamín
Benavides, Ediciones Dictio, Bs. As. 3 Ed. 1978, p. 45
[61] P. Leonardo Castellani Los Papeles de Benjamín
Benavides, Ediciones Dictio, Bs. As. 3 Ed. 1978, p. 46-47
[62] Leonardo Castellani, La Esencia del Liberalismo,
Ed. Nuevo Orden, Bs. As. 1964 (2 ed.) Carta a Josefina Gómez
[63] "Ni yo ni ustedes podemos vencer de
golpe a Echeverría, a Ingenieros y a Repetto (yo ni siquiera puedo leerlos)
pero podemos servir a la verdad, e incluso si Dios nos elige podemos dar testimonioa la
Verdad; lo cual es el gran grito del Cristianismo, el que hizo caer las
murallas de la pagana Jericó. Toda la religión de Cristo se encierra en estas
dos palabras que Cristo impuso a sus Apóstoles : dar testimonio.
[...] En España durante un siglo que duró el dominio del liberalismo nunca
faltaron hombres, desde Donoso Cortés hasta Ramiro de Maeztu, que hicieron
Verdad, o sea, dieron testimonio; y España venció al liberalismo. Esta es la
verdadera Gran Misión de Buenos Aires: no precisamente hacer exterioridad
religiosa, ni propaganda religiosa, ni aburrimiento religioso, repitiendo
lugares comunes religiosos de los cuales la gente está aburrida; sino hacer Verdad. ¿Cómo
se hace Verdad? Solamente con Vida, esa es la materia prima. ¿Cómo se hace
Vida? Dios nos ha dado un cachito, no podemos aumentarlo ni disminuirlo,
podemos biengastarlo. Leonardo Castellani, La Esencia del liberalismo.